Corre, Ide, Corre

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A pesar de que el viaje duró una buena media hora, a Ide se le hizo incluso demasiado corto.
 
A pesar de que el viaje duró una buena media hora, a Ide se le hizo incluso demasiado corto.
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No era un edificio muy grande, para ser Coruscant. Unos quince metros de alto, unos setenta metros de profundidad, unos cincuenta metros de ancho. Sin ventanas, con una única puerta por la que podría entrar un [http://starwars.wikia.com/wiki/Light_freighter carguero ligero], un poco justo. Todo el edificio parecía a punto de derrumbarse bajo el peso de su propio óxido, y daba la impresión de que la parte más sólida del mismo eran las pintadas que lo cubrían de arriba abajo. Entre ellas, destaca una más grande, escrita sobre el dintel en grandes letras básicas que relucen al blanco ultravioleta: "El Caparazón de Garin".

Revisión de 20:51 18 oct 2009

Personajes:

Contenido

La suerte del principiante

"Son curiosos los devenires de la fuerza", pensaba Ide al acordarse de repente que ya no era un padawan. Lo primero que había pensado cuando Yoda cortó su trenza de padawan fue en el trato que habían hecho con Gorgo unos tres años atrás Kwina, Anakin él. Y justo en su primera misión, cuando parecía que se había atascado en la negociación con Ziro el hutt, bajó al bar y se encontró nada menos que a Gorgo. Bebiendo en la barra. Eso sí que era suerte.

Habló con Gorgo un rato, y le contó cómo les había ido después de que se encontraran en Nar Sharia. Le habló de su misión actual y sus negociaciones, y, casualidades del destino, resulta que el hutt con el que había estado tratando era nada menos que... el primo de Gorgo.

Eso era lo que se conoce comúnmente como un día redondo.

Charla con Gorgo

Gorgo es pequeño para ser hutt. Apenas sobrepasa los tres metros. También era bastante joven, en términos hutt. Sólo tenía 70. Y también, como corresponde a su edad y peso, era bastante ligero. No llegaba a la tonelada. Y hablaba con un tono bastante amistoso, al menos con Ide.

- Sí, he visto a la gente que buscas - informó.

- ¿Hablaste tú con ellos?

- No, no he hablado personalmente con ellos. Ziro es el que ha hecho un trato con ellos. Según los estándares hutt, yo ni siquiera llego a adolescente.

- Quién lo diría - apuntó Ide mientras miraba de reojo su enorme cuerpo.

- Ja, ja. Es que somos de desarrollo lento. Ven, te llevaré hasta mi primo. Pero me deberás un favor.

- Ya sabía yo que algo me ibas a pedir - dijo Ide con una sonrisa.

- Uno pequeño. Luego te diré cual - añadió mientras se movía hacia la parte trasera de la barra. Ve por este pasillo. Entra aquí. Sube por este turboascensor oculto. Ya nos veremos por ahí.

Tras intercambiar los códigos de sus intercomunicadores personales - lo cual sorprendió gratamente a Ide -, Gorgo se alejó, e Ide subió por segunda vez a los aposentos de Ziro, esperando que esta fuera la negociación definitiva.

Lo primero cuando negocias con un hutt, es no perder

Todos los hutt son hermafroditas (algo en lo que la mayor parte de la galaxia prefiere no pensar), pero normalmente desarrollan una personalidad definida hacia uno de los dos géneros más comunes de la galaxia: masculino o femenino. Ziro el Hutt, en cambio, había elegido la ambigüedad. Hablaba el básico con un notable amaneramiento que, sin embargo, no alcanzaaba a disimular su manera típicamente hutt de negociar, que alterna promesas, alabanzas y amenazas veladas.

Pareció complacido al ver a Ide, un caballero jedi de edad indefinida y voz quemada, con una mirada profunda de ojos verdes (aquel día llovía) que revelaban una potente mezcla de inocencia y sabiduría. Un Jedi que ha venido a ver a Ziro el Hutt, honrado comerciante. Siempre cuesta horrores que un hutt admita que sabe algo, y ésta no fue una excepción. Seguramente debido a alguna costumbre paranoica relacionada con dispositivos de grabación, los hutt no suelen admitir conocimiento de nada de lo que pasa cerca de ellos, ni siquiera cuando ya lo han reconocido antes. Al final, expuso a Ide la razón de su hermetismo.

Por supuesto, Ziro el Hutt habla con mucha gente, Ziro el Hutt cierra muchos tratos. 
Por eso debe mantener ciertas convenciones, algunas reglas... no puede ir por ahí revelando todas
las cosas que habla, porque entonces habría... consecuencias. Consecuencias muy poco agradables.

Y lo segundo...

...era salir airoso. No iba mal. Por lo pronto Ziro ya había admitido (en su primera conversación) que había comprado el coche robado de Ooth Rasvaelar. Y había dicho que habían sido los Jedi. Y había dicho también que esa información valía mucho dinero.

Dinero que Ide obviamente no tenía. Lo del coche podía solucionarse más tarde. En el Templo seguro que alguien tenía alguna idea. El problema era que, a cambio de la información de por dónde habían ido los Jedi, seguro que Ziro le pedía alguna barbaridad.

- Está claro, quieres dinero a cambio de la información. Dinero que no tengo ahora mismo, pero que podría conseguir con tiempo. Tiempo que no tengo ahora mismo. Pero estoy seguro de que algo me podrás pedir a cambio. Un hutt siempre tiene cosas que pedir. Ahora bien, nada ilegal.

Ziro el Hutt parece enroscarse sobre sí mismo, mientras sonríe.

- Déjame que te hable de Zhur Garin. Zhur Garin se gana la vida introduciendo artículos ilegales en Coruscant.

Parece un poco incómodo, como si recordara de repente con quién está hablando. Cuando habla de nuevo, su voz es inexpresiva.

- A mi, particularmente no me parece mal. Algunas cosas, bueno, hay gente que las necesita. Pero desde hace un tiempo ha decidido que otra buena manera de ganar dinero es mediante el procedimiento de no pagar sus deudas.

Ahora sus ojos están entrecerrados, y ya no parece una babosa gigante. Ahora recuerda bastante a una serpiente.

- Sus deudas hacia mí. Me debe medio millón. Me dijo que había sido mala suerte, que había tenido que deshacerse de un cargamento, que luego lo asaltaron unos piratas... Sé que miente. Sé que se lo ha gastado en algo. En esto.

Toca un botón junto a su cabeza, y un holoproyector sale del techo al mismo tiempo que las luces se atenúan. Y esto es lo que proyecta.

- Ni sé lo que es, ni sé para qué lo quiere. Pero quiero que se lo quites para que yo pueda recuperar mi dinero.

A veces la vida le daba a uno sorpresas. Como por ejemplo, encontrarse tras la pista de un holocrón sith mientras busca a unos niños perdidos. Aunque las ideas aparecía a toda velocidad, Ide decidió empezar por lo más práctico: terminar lo que estaba haciendo. Y después, informar. A Obi-Wan. O a Yoda.

Ide trazó rápidamente un plan. Localizar a los niños. Avisar al templo de que los enviaré de vuelta en un transporte mientras termino un asunto. Avisar a Obi-Wan de mi asunto. Ir a por el holocrón. Volver a hablar con Ziro y decirle que esto le va a traer muchos problemas y convencerle de que es mejor que se lo llevara él a que se lo llevara un Jedi menos simpático.

- Está bien, Ziro. Acepto tu trato. Ahora, dime dónde fueron los niños.

- Pensé que ya lo habrías adivinado. Fueron a casa de Zhur Garin.

Tras preguntar la localización de la casa de Zhur Garin y despedirse de Ziro, Ide se apresuró hacia la calle. Antes de salir del local Ide se volvió a acercar a Gorgo, que había vuelto la barra para continuar con su dieta de pincho de gizka.

- ¿Es peligroso ese tal Zhur Garin?

La cara del hutt vuelvió a ser simpática, así como su tono de voz.

- ¿A tí también te ha mandado a por Zhur Garin? -engulló un nuevo pinchito, con gesto desenvuelto- No es que sea peligroso que se sepa. Ni formación de élite, ni trabajos de cazarecompensas, ni usuario de la Fuerza... Camarero, otra ronda para mí. ¿Tú quieres algo? Mi primo invita.

- Uhm, no, gracias. Se me ha quitado el hambre de repente con el tema este de Zhur Garin.

- Pues, la cosa es que, aunque no tenga ninguno de esos talentos, tiene otro que trae a Ziro de cabeza -dió un mordisquito-. Ninguno de los sicarios que ha mandado a por él ha regresado -su mirada se tornó traviesa-. No sabemos por qué. Pero -miró intensamente a Ide- tengo la impresión de que estás a punto de averiguarlo.

- Y volveré para contártelo. Debo marchar.

- Espera, antes de que te vayas -la expresión de su cara se tornó seria y respetuosa-. Necesito saber la respuesta a una pregunta. La pregunta está grabada en este cristal de memoria -que desliza en un bolsillo de la túnica- que tiene capacidad para grabar una respuesta. Grábala encima y dámela en cuanto puedas, por favor.

Otra costumbre rara de Gorgo. Que Ide supiera, era el único hutt que pidiera de vez en cuando las cosas por favor. O quizá sólo lo hacía con él.

Al final hasta terminaban siendo amigos.

Tras la pista de Zhur Garin

Ya fuera del local, Ide llamó a Lionel. Mientras llegaba, sacó el cristal que le había dado Gorgo y lo introdujo en su hololibro - el cual seguía estoicamente con vida tras los devenires de la aventura en Shadar 4.

En ese momento, Ide se dio cuenta de que aquella era una buena forma de conseguir privacidad. Entre el gentío nadie reparaba en él y en la pista de audio que se reproducía en el mismo umbral de lo perceptible... sin la Fuerza.

- Necesito saber si los Jedi entrenan hutt; y si es así, en qué circunstancias.

Ide no lo sabía. Era de esperar, hubiera sido demasiado fácil. Podría preguntarlo cuando llegara al Templo.

Ah, el Templo. Tenía que informar al Templo. Buscó un rincón apartado y llamó al comunicador de Obi Wan.

- ¿Maestro?

Aparecieron en el comunicador las figuras de Obi-Wan y de Ki-Adi-Mundi.

- Te escucho, Ide. ¿Va todo bien?

- Estoy tras la pista de los chicos desaparecidos. Al parecer han comerciado con el coche de Ooth Rasvaelar para escapar del planeta. Atando cabos he llegado hasta Ziro el hutt. Y me ha dicho... que están tras algún turbio asunto sith.

-¿Ziro el hutt te ha dicho que están tras un asunto sith? -dijo Obi-Wan, con expresión incrédula- ¿Y qué sabe Ziro sobre los sith? ¿Y cómo han podido llevar a cabo sus maquinaciones sith dentro del templo? ¿Estás seguro de eso?

Ki-Adi interrumpe a Obi-Wan.

-Tranquilidad. Los hutt son famosos por su capacidad para el engaño, y todo Coruscant sabe que entre los cargos presentados contra Palpatine se encuentra la acusación de ser un sith. Puede que le haya dicho al muchacho algo de lo que piensa que quiere oir.

- Sí, es posible -repuso Obi-Wan, ya con algo de calma recuperada-. En cualquier caso, puedo percibir que el tiempo es un factor importante. No pierdas demasiado tiempo en informarnos. Tus deberes como Caballero Jedi incluyen el ser capaz de decidir por tu cuenta.

- Voy a seguir tras ellos. Creo que hay un holocrón Sith involucrado en todo esto.

- Está bien. Iremos haciendo sitio en una estantería -dice Obi-wan mientras sonríe-. Intenta, en la medida de lo posible, recuperarlo entero, pero no te arriesgues -La expresión de Obi-Wan se vuelve solemne-. Y que la Fuerza te acompañe.

Justo a tiempo. El vehículo de Lionel desciende justo a la izquierda de Ide.

- Lionel, ¿sabes por dónde queda esto? - preguntó Ide, mostrándole la dirección que Ziro le había dado.

- Er... sí. Está en el sector industrial.

- Pues ahí es a donde vamos.

-¡Sí señor! -respondió animadamente.


Sin hacer nada espectacular, conduciendo con modales pausados y algunos rodeos que parecían carentes de sentido; pronto se evidenció que viajaban todo lo rápidamente que se puede viajar (sin infringir la ley) en un tráfico superpoblado como el de Coruscant. Aquí hay sabiduría, pensó Ide. Recordó las palabras del maestro Yoda, hace ya años: "En todas partes una lección hay, si descubrirla sabes."

A su vez, estas palabras le recordaron a Qui-Gon, cuando dijo en Shadar IV: "Fíjate en las formas de vida. Ellos están en armonía con su entorno. Fluyen con la Fuerza."

A pesar de que el viaje duró una buena media hora, a Ide se le hizo incluso demasiado corto.

/* El Caparazón de Garin */

No era un edificio muy grande, para ser Coruscant. Unos quince metros de alto, unos setenta metros de profundidad, unos cincuenta metros de ancho. Sin ventanas, con una única puerta por la que podría entrar un carguero ligero, un poco justo. Todo el edificio parecía a punto de derrumbarse bajo el peso de su propio óxido, y daba la impresión de que la parte más sólida del mismo eran las pintadas que lo cubrían de arriba abajo. Entre ellas, destaca una más grande, escrita sobre el dintel en grandes letras básicas que relucen al blanco ultravioleta: "El Caparazón de Garin".

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