Iberia Maldita

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Revisión de 19:25 14 mar 2012

Esto debe de ser un sueño.

La realidad no es tan cruel. Hay algo aquí que te observa, y tu flotas y te sientes desprotegido. Sabes que esto no pasaría en el mundo real y despierto. No puedes ver que es lo que te está mirando, pero no lo hace con bondad.

Y hay algo más, algo insano que roza contra tu piel intentando atravesarla. No lo consigue, esta muy lejos de conseguirlo, y no hay manera de describir el alivio irracional que te invade. Porque si entrase, si consiguiese entrar, entonces, entonces empezaría a crecer en tu interior, a crecer rápidamente hasta...

El miedo interrumpe la pesadilla. La mente racional borra los recuerdos en un parpadeo, como siempre.

Ya es de noche sobre Granada. Los hijos de la noche pueden mirar el cielo lleno de estrellas, con el hambre sobrenatural royéndoles lentamente las entrañas. Tienen cosas que hacer. El Concilio de Granada ha convocado a todo el mundo a una reunión de emergencia. La llamada telepática se repite, para los rezagados:

"Venid al Elíseo, a la Alhambra, esta medianoche. Incluso los que no nos reconocen, incluso los que preferirían pelear. Esto puede ser más importante que nuestras rencilla

César

Granada, 8 de Abril, 22:15

Acabó de desperezarse. Se encontraba en la casa de la señora Antonia, la abuela del Lucas. Desde el Abrazo, los acontecimientos se habían precipitado.

Lucas era Mago. Y la señora Antonia tenía alguna especie de don menor. O mayor, no quedaba claro. Pero ambos supieron de la conversión de César en cuanto sucedió. No en vano Lucas ya le habia avisado sobre el mendigo, que a la postre resultó ser un vampiro gángrel. Se hacía llamar Zacarías. César no estaba seguro de cuántos años tenía su sire, pero, por consejo de la señora Antonia y su propio sentido común, se dedicó a aprender todo lo que pudo de él.

Nunca sabías cuándo tu sire gángrel te iba a abandonar, y César no quería verse indefenso.

Por supuesto que le costó. Fueron muchísimos cambios. Ya no podía ver a sus amigos durante el día. No veía a su madre desde las navidades, cuando la ingresaron después de una horrible paliza de su padre. Le había escrito algunas veces, y hablaba con ella por teléfono. Estaba tranquilo porque se había mudado con su hermana María, pero la echaba de menos. Habían pasado ya cuatro meses.

Y la facultad... Consiguió, con la ayuda de la señora Antonia, un parte médico que le sirvió para poder dejar de ir a clase. Era oficialmente fotofóbico. Podía atender a las clases de las últimas horas, aunque cada vez le resultaba más difícil puesto que anochecía más tarde. Se esforzó, habló con los profesores sin intentar montar mucho ruido, para que no trascendiera demasiado su caso. Tampoco era muy inteligente llamar demasiado la atención. Consiguió hacer un cuatrimestre decente. Por ahora no perdería la beca.

La ayuda de la señora Antonia, que se había convertido en su segunda madre, le sirvió para seguir adelante. Lucas también le había apoyado, no sólo sentimentalmente, sino también ahora que había dejado de ser humano.

Ahora que era un vampiro.

Dormía con Lucas. Al principio coincidían pocas horas, hasta que Lucas comenzó a cambiar su horario a un ritmo más nocturno. En pocos días, estaban durmiendo juntos durante toda la mañana. Cuando César llegaba al amanecer, después de vagar por Granada con su sire, aprendiendo cosas nuevas cada día, se encontraba con Lucas esperándole, leyendo tratados arcanos, vendando sus heridas o practicando con su estoque contra las sombras de la habitación. Lucas, por su parte, se levantaba a la hora de almorzar (pero César nunca lo notaba), cumplía con sus deberes (mágicos o de la índole que fueran), y regresaba un par de horas antes del amanecer, para poder conversar con César hasta que el Sopor lo vencía, y se acostaban uno al lado del otro.

La señora Antonia había prácticamente obligado a César a mudarse poco después de lo ocurrido. La abuela del niño había acondicionado una de las habitaciones para que durmieran ellos dos. Como no tenía que darle explicaciones a nadie, tapió un par de ventanas, de forma que el refugio era impenetrable a la luz solar.

Se quitó las sábanas de encima. Estaba desnudo, consecuencia de su ritual matutino ordinario con Lucas. Se estiró y se vistió. Olía a comida, la señora Antonia estaría preparando la cena.

Cuando abrió la puerta de la habitación y se acercó a la ventana del salón pudo ver que la claridad del cielo era mínima. Una noche estrellada de primavera.

Lucas se acercó a la ventana, pasándole la mano por el torso suavemente, y le besó en la mejilla.

-¿Qué vas a hacer esta noche? -le preguntó.

-Me han llamado al Elíseo. No sé si Zacarías irá, pero yo me quiero acercar. No conozco a casi ningún vampiro en la ciudad, y algo me dice que Zacarías no aguantará mucho más aquí -miró hacia la calle e hizo una pequeña pausa, meditabundo-. No quisiera quedarme solo. ¿Y tú?

-Tengo que terminar de estudiar, mañana tengo una pruebecilla de historia, que ya mismo se termina el trimestre.

Lucas era un niño escuálido y de piel clara, que contrastaba con la complexión casi atlética y la piel dorada de César. Lo que había hechizado a César no había sido su físico -que no era gran cosa-, ni la candidez de los 16 años, sino cómo lo había acogido cuando era humano, y ahora que era un vampiro.

No había dejado de quererlo ni un sólo momento. Ni siquiera ahora que se había convertido una criatura de la noche.

Salió por la puerta, no sin antes despedirse de la señora Antonia, una mujer mayor y oronda, que estaba cocinando para Lucas y para ella con su vestido negro y un delantal de flores, probablemente adquirido en cualquier mercadillo.

-Ten cuidaíco. Y a ver cuándo te quitas las rastas, César. Un día te las voy a cortar con estas estijeras -dijo, levantando la mano que cortaba tiras de pechuga de pollo. Las soltó y, agarrándolo de la cara, le dio cinco besos seguidos en la mejilla a César antes de volverse a sus quehaceres y echarlo de la cocina.

Eran ese tipo de cosas las que hacían que César no se volviera loco con todo lo que había sucedido.

Bajó al portal, con pocas esperanzas de encontrarse a su sire. Era probable que Zacarías estuviera ya de camino al Elíseo. Lo buscó por los sitios por los que solía rondar por el barrio sin mucho empeño. No lo encontró, y echó a andar, cruzando el puente de la Chana, en dirección a Plaza Nueva.

Llegó a la Alhambra, un ghoul vestido con el uniforme de seguridad de la Alhambra lo identificó y lo dejó pasar hasta los jardines del Generalife.

Ya desde la distancia, podía escuchar a la gente hablando entre sí...

Agudizó sus sentidos. ¿Cuánta gente habría? Zacarías le había hablado del Consejo de Granada, pero él nunca había sido convocado. De hecho, era la primera vez que estaba dentro de la Alhambra. Lucas lo había subido una noche, al principio, cuando se empezaron a ver. Cuando César era aún humano, y pensaba que Lucas era un chiquillo normal. Habían paseado juntos por las afueras de los Palacios Nazaríes, pero no habían entrado. Ahora estaba en el Generalife, y no para la visita turística estándar, intuía.

Otros vampiros. Le aterraba un poco la idea, y al mismo tiempo era reconfortante. Zacarías era muy independiente y apenas conocía a dos o tres. Casi todos Gangrel. César había oído hablar de los toreador del Albaycín, y había creído reconocerlos en algún paseo nocturno por las estrechas calles.

Hermanos en la noche. Andaba solo hacia los jardines, donde la Estirpe se congregaba bajo las estrellas, pero intuía la presencia de otros que se encaminaban hacia el mismo lugar que él, sin dejarse ver. Había luces místicas, como globos de luz, flotando sobre el suelo a unos discretos dos metros y medio.

Jardines del Generalife

12 de Marzo de 2010, 23:00 horas

Así se hacen las cosas en el Elíseo:

El que habla permanece de pie, los demás permanecen sentados.

Todos se sentaron a excepción de Zoe. Duhas y L'Niir se sentaron uno a cada lado.

El silencio fue total durante cinco segundos. Luego todos escucharon la voz de Zoe, profunda y poderosa.

-Hola a todos -los recorrió con la vista en un instante, con aire aprobador-. Me alegro de comprobar que habéis venido casi todos, porque esto es importante.

Nadie dijo nada, aunque uno de los anarquistas del Almanjáyar pareció a punto durante un instante. Hubo algo en el ambiente, durante un momento. Pasó. Zoe siguió hablando.

-Como sabéis, desde todo aquel asunto de hace cinco años tenemos grupos especiales de vigilancia territorial en nuestras fronteras. Uno de ellos ha sido arrasado por completo.

Murmullos apagados. Un vampiro vestido con ropa cara le da un codazo juguetón a otro vampiro vestido con ropa cara. Zoe aguardó con cara muy seria a que se restableciera el silencio.

Pocos segundos después, se hizo el silencio. Todos esperaron a que siguiera hablando. Pero se sentó. Al mismo tiempo, Duhas se levantó.

-Buenas noches -dijo con voz clara y controlada-. Como podéis imaginar, hemos intentado rastrear al atacante con todo lo que tenemos. Sólo hemos tenido un éxito... relativo.

El silencio se hizo aún mayor.

-Sabemos que está en la ciudad. Y lo sabremos cuando se vaya de la ciudad -hizo una pausa valorativa, luego habló casi para sí mismo-. Si es que se va.

Todo el mundo comenzó a hablar, incontrolablemente. Cada uno comentaba sus ideas al respecto con quien tenía cerca. Duhas permaneció de pie con expresión paciente durante cerca de veinte segundos. Luego se llevó la mano a la cara para mesarse la barba, y un sonido profundo se dejó oir durante un instante. Todo el mundo se calló. Duhas se sentó.

L'Niir se levantó. Un gato trepó por su espalda hasta situarse sobre su cabeza.

-Es... peligroso... -su voz se arrastraba ligeramente, y resultaba dulce y perturbadora- Tened cuidado. El intruso busca algo... algo malo... Y quiere hacernos daño a todos.

En los últimos años, la fama de L'Niir como telépata y precognitiva no había hecho sino aumentar. Todos la miraban con los ojos abiertos como platos. El silencio se hizo más profundo todavía.

-El que camine solo, morirá solo. El que huya de la adversidad será devorado por ella. Escuchad vuestros sueños. Tratad bien a los gatos. Eso es todo.

El Cónclave se levantó. Todo el mundo los imitó, y comenzaron veinte conversaciones simultáneamente. Los grupos antiguos se alejaron para hacer planes. Algunos de los neófitos solitarios se acercaron suplicantes a ellos, implorando no quedarse solos.

Otros, con más orgullo, recorrían con la mirada los jardines llenos de belleza y Vástagos asustados, en busca de alguien con quien asociarse como un igual.

Vlad empezó a analizar con la vista a todos los vampiros camaradas presentes. Se acercó a un vampiro algo delgado, pero con pinta de estar en forma. Era moreno de piel, joven, el pelo castaño enredado en rastas y unos rasgos exóticos, claramente indicativos de etnia gitana.

Se acercó a él, con determinación. Como si lo conociera. O como si estuviera seguro de querer conocerlo.

-César -comenzó, cuando estuvo a su lado. César mostró cierta sorpresa cuando escuchó su nombre venir de un desconocido, pero fue prudente y aguardó- Si queremos poder hacer frente a esta situación, debemos hacer un equipo, se que Anna Petrescu y tú sois unos huesos duros. Yo tengo buenos sentidos, rastrear una presa que se oculta es lo mio, juntos podríamos resolver el problema, y demostrarles nuestra valía al Cónclave.

César lo miro algo sorprendido. Le sonaba la cara de Vlad remotamente. Probablemente se habían encontrado alguna noche, mientras él paseaba con su sire. Sí, recordaba que Zacarías se había parado a hablar con él.

Vlad parecía un Elvis-motero, con su cazadora de cuero (en la espalda lleva dibujada la cabeza de un lobo), anillos, pendientes, piercings, patillas muy largas y peinado engominado rockabilly, y gafas de sol doradas tipo ray-ban sobre las que asomaban unos ojos rojos.

Por otra parte, César no tenía ni idea de quién era Anna Petrescu. Vlad estaba solo, pero parecía estar muy seguro cuando hablaba sobre Anna, como si la conociera bien. En cualquier caso no estaba la situación como para quedarse mucho tiempo sin compañía. Sin pensarlo mucho, respondió.

-Me parece interesante esto que me cuentas. -Miró alrededor, como si lo que tenían que hablar fuera secreto-. Pero vámonos a otro sitio.

Acto seguido Vlad se alejó de la gente lo suficiente como para que su conversacion no pudiera ser captada por unos sentidos aguzados por el Auspex. Con la cabeza le hizo un gesto a César para que lo siguiera hacia las afueras. Cuando se separaron lo suficiente, habló.

-Mi nombre es Vlad Von Hellich. Soy un Gangrel. Me he criado en los bosques de normandia. Si estamos juntos en esto, jamás te traicionaré. Me gusta la cuidad, pero mi espíritu pertenece al bosque. Eso es todo lo que necesitas saber de mi. Como te decia antes, puedes confiar en dos cosas, primero que puedes contar con mis sentidos para encontrar lo que sea que vayamos a buscar, y segundo que siempre estoy preparado para patear culos cuando las cosas se ponen feas.

Hizo una pequeña pausa. César esperó a que terminara.

-En cuanto a lo que podemos hacer para resolver esto, tengo un plan, a ver que te parece. Podriamos ir a la zona donde la patrulla fronteriza ha sido exterminada, creo que puedo averiguar algo que nos sirva para saber que estamos buscando si analizo la escena con detenimiento. En cuanto que sepamos a que nos enfrentamos, estaremos más cerca de como encontrarlo.

César pensaba rápidamente. No tenía muy claro querer asociarse con alguien que quería ir directo a la boca del lobo, cuando el Cónclave les había advertido, precisamente, del peligro que corrían.

"El que camine solo, morirá solo", había dicho L'Niir. Zacarías, su sire, no había aparecido. Probablemente se había ido de la ciudad, lo cual no era sorprendente en un Gangrel. No le quedaban muchas opciones. Y en cualquier caso, Vlad parecía simpático.

-Me apunto -sentenció.

Vlad indicó que deberían ir a un edificio de las cercanías a por información. Hablaba mientras iban caminando.

-Acompañame. Hace un rato no he podido evitar escuchar una conversacion ahi dentro. Unos vampiros hablaban de un grupo de ghouls informantes de un tal Acíbar. ¿Te suena este nombre? Patrullaban en la frontera de Pinos Puente por orden del conclave cuando fueron exterminados. Por lo visto la escena presenta muestras de una gran lucha, asi que es probable que sea facil de encontrar. Aunque prefiero ir sobre seguro, mejor no exponerse innecesariamente.

César miraba a Vlad algo perplejo mientras éste hablaba. En su barrio natal era muy común que la gente hablara rápido y soltando todo lo que se les pasaba por la cabeza, pero se había acostumbrado a las formas más sosegadas de Granada, y el método atropellado de exposición de Vlad lo turbaba ligeramente.

Llegaron al sitio indicado. Al entrar al edificio se acercó a un grupo de vampiros pijos a preguntar amablemente indicaciones sobre la localización de la patrulla de ghouls. Vlad preguntó además por la identidad del tal Acíbar.

El grupo de vampiros pijos más grande estaba compuesto por dos, uno rubio y otro moreno. Eran los mismos a los que Vlad había visto hablar anteriormente. Al escuchar sus preguntas, se echaron a reir durante unos segundos. Luego, el rubio sonrió deslumbrante y dijo:

-Culpa mía, me temo, por no haberme presentado adecuadamente. Yo soy Acíbar, y éste -hizo un gesto con la mano que indicaba a su acompañante- es Mugalto. Somos Ventrue, chiquillos de Gilbert, que fué chiquillo de Isidoro.

Mugalto, que parecía estar retorciéndose de risa, lo interrumpió.

-Vendemos información, y competimos por tener los mejores informantes. Algunos de los informadores de aquí mi compañero -señaló a Acíbar- obtuvieron algo de información sobre el ataque al destacamento ghoul de Pinos Puente.

-No son mis informadores. Estaban a prueba para poder llegar a ser mis informadores.

Mugalto puso los ojos en blanco.

-Si te pasan información, les pagas por ella y te fías de lo que te dicen, son tus informadores.

Acíbar lo miró como diciendo: no es el momento, no es el lugar, hablaremos más tarde. Duró un segundo, y ambos recuperaron una expresión profesional. Cuando Acíbar volvió a hablar, lo hizo en un tono distendido pero formal.

-Todo eso no importa.

La expresión de su cara indicaba que estaba dispuesto a conversar, pero no durante mucho tiempo más.

Vlad comprendió lo que queria decir Acíbar. Sacó un puñado de billetes del bolsillo (50 €) y se los dió.

Los dos Ventrue se miraron un instante. Mugalto parecía estar recurriendo a todo su autocontrol para no revolcarse por el suelo de risa. Acíbar sonrió, todo simpatía.

-Bueno, a mis informadores menos fiables les pago con dinero -su sonrisa se volvió guasona-. Y con más dinero que ese, por cierto -le cambió la expresión a una amable y seria a la vez-. Entre la Estirpe, lo común es pagar en favores o en vitae. Dime lo que quieres saber y te diré lo que puedes hacer para compensármelo, ¿bien?

-Bien bien bien. Lo que quiero es saber donde fué exactamente el ataque, para examinar la escena. No es que no me fie de tus informantes, mas bien, prefiero ir a ese sitio y sacar mis propias conclusiones.

-Oh, me daría vergüenza cobrarte algo por esto. El ataque fue en el puesto de alerta de Pinos Puente, calle del Caribe, número 2.-hizo una mueca burlona-. Creo que la ubicación la decidió L'Niir en uno de sus momentos lúcidos, quiero decir, relativamente lúcidos. Calle del Caribe... -murmuró para sí mismo, meneando divertido la cabeza.

-Gracias por la información.

Vlad se dió la vuelta y partió hacia la salida. "¿La Calle del Caribe? ¿Me suena de algo?" se preguntó mientras se rascaba la barbilla. Reflexionó un instante. No le sonaba de nada. Aunque tuvo que reconocer que el nombre era chistoso.

Cuando salieron, Vlad habló.

-¿Que te parece César? ¿Nos pasamos por allí?

-Bien -dijo César, sin mostrar mucha emoción-. Iré contigo.

Se montaron en la moto de Vlad y se dirigieron a la zona indicada.

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