El Blues de Nar Shaddaa IV
15 de Abril, 15:30. Nar Shaddaa, Chez Wolkan
Keel Wolkan, al parecer, había decidido impresionar a sus huéspedes.
El salón estaba aún más abarrotado de comida de aspecto suculento, así como de numerosos platitos en los que había polvo de diferentes colores, que podían ser costosos condimentos o drogas recreativas.
Había una actuación de cinco cantantes twi'lek, con diez bailarinas twi'lek y humanas tras ellos.
Había una especie de costosa (al menos, parecía costosa) escultura holográfica cambiante flotando cerca del techo.
Keel Wolkan estaba en una especie de trono elevado, con una mesa bastante grande frente a él. Sentados a la misma mesa, con sillas bastante menos impresionantes, estaban los que parecían subordinados de confianza.
El twi'lek azul hizo un gesto con la mano cuando Ide y Arakosia llegaron, y todo el mundo se volvió a mirarlos.
-¡Demos la bienvenida a mis huéspedes de honor!
-Te damos las gracias, oh poderoso Keel Wolkan, por tu hospitalidad -respondió Ide con una sonrisa educada.
-Por favor, venid a mi mesa -dijo, mientras hacía un amplio gesto con el brazo.
Mientras se acercaban a Keel cruzando la enorme habitación y el ruido volvió a su nivel inicial, una vez que este desvió su atención, Ide se retrasó un segundo, y habló en un suspiro para Arakosia, que estaba un poco intimidada y ruborizada.
-Si va a traicionarnos, este será el momento. Debemos tener cuidado con lo que comemos.
-Pero cómo...-susurró ella.
-No comas antes de que lo haga yo. Y disimula ese susto que tienes, mi joven padawan -respondió alegremente él, y le echó la mano por encima mientras sonreía, esta vez sinceramente, divertido por su propio comentario. Pudo sentir, como una oleada que le abrumó durante un instante, la felicidad que emanaba de Arakosia por ese gesto. Y luego, como un trueno ensordecedor siguiendo al rayo, una marea de excitación física. El miedo había desaparecido, desbancado por ambas sensaciones, debajo de las cuales se percibía ahora una confianza inamovible.
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Conversación con Wolkan
Se abrieron paso hasta la mesa principal, flanqueados por miradas evaluadoras y corteses. Los asientos eran muy cómodos, y alguien parecía haber tomado al menos la mitad de cada una de las bandejas.
Ide intentó percibir miedo o excitación anormales en la sala. No quería que una traición los pillara de sorpresa. Recordó su accidente, y por un momento se turbó. Pero se centró en la sala.
Había montones de conversaciones en básico y en hutt, y no se sentía nada anormal. O nada perturbadoramente anormal, en cualquier caso. Una fiesta en casa de un vigo era el escenario perfecto para mil traiciones, mil negociaciones tensas, mil intentos de asesinato encubiertos. Pero Ide no percibió nada dirigido hacia ellos, en cualquier caso.
Keel Wolkan, en cualquier caso, parecía genuinamente amistoso.
-Ven, ven, amigo mío, toma asiento, come algo. Te recomiendo las delicias de Alderaan -señaló discretamente a una bandeja a un cuarto de su capacidad total.
-Veo que tienes un gusto exquisito, amigo Keel -dijo Ide parafraseando el tono amistoso de su anfitrión-. Soy fan de los vinos alderaanianos. En ese mundo saben comer y beber bien.
Buscaron asiento esperando no encontrarse sillones semisintientes, pero notaron que habían sido retirados para la fiesta. O quizá eran exclusivos de la otra sala. Tomaron asiento al lado de Keel, en el lugar que, al parecer, les había reservado. Ide se alegró de estar a su lado y de poder conversar con él.
-Me alegra que nos recibas para el almuerzo. Pensaba llegar más caído el día, pero ha sido un día interesante y hemos decidido volver pronto a casa -comentó Ide para abrir conversación-.
Keel se rió amistosamente.
-¡Nar Shaddaa es como un jardín donde todo el mundo coge lo que desea! No eres el primer jedi que viene aquí para tomarse unas pequeñas vacaciones, ¿sabes? Supongo que toda esa disciplina es difícil de mantener, ¿eh?
Ide se preguntó, para sus adentros, cuánto de verdad y cuánto de rumor había en esas palabras. Parecía jugoso, en cualquier caso, para cualquier vigo, poder decir que un jedi había pasado unas vacaciones en sus dominios.
Y repentinamente, algo se encendió en la cabeza de Ide. "Quizá es por eso por lo que nos trata bien...".
-Bueno, hacemos lo que podemos -respondió el joven jedi. Por un momento dudó si contarle lo que había venido a hacer a Nar Shadda, pero por más amistoso que pareciera, Ide no quiso ser incauto-. Yo he venido realmente más por negocios que por placer.
No contó inmediatamente su objetivo. Conversó tranquilamente con Keel Wolkan, contándole alguna de sus aventuras por la galaxia, haciéndo énfasis no en el cumplimiento de la ley y el orden sino en las anécdotas que sucedían en sus viajes. Esperó a que Keel le preguntara por su objetivo en Nar Shadda, como estaba seguro que haría, pero éste sólo asintió y comenzó a contar anécdotas de cuando se hacía pasar (en su niñez) por operador turístico de Nar Shaddaa. Nada de grandes crímenes, sólo miniestafas más humorísticas que otra cosa.
Arakosia comía sólo de los platos que comía Ide, y sólo cuando Ide comía, exactamente después de él.
-Keel, ahora que lo pienso... -comentó el jedi, a sabiendas que Keel sabría que había estado esperando para preguntar-. Estoy buscando un droide piloto. Para alquilar sus servicios por un tiempo.
-No, hombre, ¿por qué vas a hacer algo semejante? ¿Un droide? ¿En un planeta con algunos de los mejores pilotos orgánicos de la galaxia?
-Oh, bueno... estoy en una misión algo larga, y llevar pilotos orgánicos es un inconveniente más que una ventaja. Los droides son... más fáciles de tratar.
-No, no, hazme caso. El dia que permita que mi medio de transporte lo lleve un droide, es que me he cansado de vivir. No hay buenos droides pilotos, te lo aseguro. Al menos, no en este lado de la galaxia. Te daré un consejo. Compra un piloto. Una de esas twi'lek llenas de curvas, la que baila en aquel extremo del escenario, es una piloto excepcional. Y no es el único de sus talentos -dijo en tono lascivo-.
-Amigo Keel, no me malinterpretes, pero... no es mi estilo ir por ahí comprando orgánicos -sonrió, esperando que no se turbara-. Ya sabes, yo sé que es normal en la galaxia. Es como funciona y lo asumo. Pero prefiero evitarlo, si me entiendes.
-Lo comprendo, lo comprendo... tengo entendido que en la Orden preferís la... ayuda voluntaria.
-Eres un twilek bien informado, por lo que veo.
-Personalmente, no veo mucha diferencia entre comprar un droide piloto y comprar un piloto, pero en fin... -se encogió de hombros- en ese caso te recomiendo que contrates un buen piloto orgánico. No hay buenos pilotos droides, o por lo menos yo no he oido hablar de ellos. Y si alguien te habla de un buen droide piloto... ¡te está mintiendo, tio! -se rio estruendosamente. Ide acompañó educadamente su risa.
-Entonces, Keel -respondió Ide cuando se apagaron las carcajadas de su anfitrión-, si encuentro un buen droide piloto en esta maldita luna, ¡no podré hacer otra cosa que comprarlo y regalártelo! -Bromeó.
-Oh, amigo, si haces eso, te regalo tres esclavos. ¡Pero tiene que ser bueno de verdad!
-¡Tres esclavos! -Dijo Ide, con sincera sorpresa, pues no lo esperaba, y era consciente del precio que había que pagar por uno.
-Por un buen droide piloto -dijo más serio-, que es como decir por una piedra voladora, amigo mío.
-¡Debes estar verdaderamente convencido, Keel! Lo voy a tomar como un reto personal, entonces...
-Bueno, bueno... Y, dime, ¿qué piensas hacer mientras estés en Nar Shaddaa? Además de buscar un droide piloto, claro...
-Pues verdaderamente estaba de paso en una misión algo más larga... pensaba aprovisionarme y seguir, pero creo que me quedaré unos días. Vamos de camino a recoger a un posible miembro de la Orden -alegó Ide-. Aunque casi podría decirse que estoy de viaje de entrenamiento con Arakosia -señaló a la niña-. Ella es mi aprendiz.
-Ya me lo suponía. Era eso o la guardaespaldas, con esa especie de cosa de metal que lleva en la espalda. ¿Qué demonios es?
Arakosia se irguió, sin decir nada. Ide la miró, instándole a responder. "Un padawan no debe tener miedo de hablar cuando se le requiere", se dijo como si él mismo fuera el aprendiz.
-Es un arma, señor Wolkan -dijo con aplomo.
Exhibición
-¿En serio? ¿Y cómo funciona?
-Es un trozo de metal afilado. Se aplica contra lo que se desee cortar. Normalmente sangra bastante.
-Si a nuestro anfitrión le complace -intervino Ide- podrías hacer una demostración. Artística y sin herir a nadie -se apresuró a añadir. Ide no sabía si lo había dicho por complacer a Keel o por poner a prueba a Arakosia y reforzar su confianza-.
-Yo... em... ¿a quién debo mutilar, maestro? -preguntó en tono indiferente.
-A alguna fruta que dispondremos para ello, padawan -sonrió-. ¿Keel?
Keel asintió sonriente, mientras murmuraba por lo bajo: "metal afilado..." Pulsó un pequeño botón del brazalete que llevaba, y una plataforma se elevó en un lateral de la sala. Simulténeamente, su voz se amplificó:
-¡Distinguidos huéspedes! ¡Por favor, contemplen la habilidad de esta joven!
Un foco la iluminó, mientras el resto de la sala se oscurecía sutilmente. Ella se levantó y caminó rápidamente hacia la plataforma. Se concentró bajo ella, ignorando la escalera, y subió de un salto los casi dos metros de altura. Ide se alegró y se concentró en ella. "Confía en la fuerza. La calma te llevará a ella", pensó como si pudiera oírle.
La joven Arakosia no escondía sus sentimientos. Estaba absolutamente tranquila, y centrada en el matiz exacto de marrón de los ojos de Ide. Con un movimiento fluido, se despojó de su capa y la arrojó de la plataforma a los brazos de su maestro.
Tras él, Keel hablaba animadamente por megafonía:
-¡Sólo fruta, mis queridos huéspedes! El selector de dificultad comenzará a cuatro, para ir subiendo progresivamente hasta que nuestra adorable invitada reciba tres impactos. ¡Tienen tres minutos para hacer sus apuestas!
En la pared tras Arakosia, un panel móvil dejó a la vista una especie de pizarrón digital, que comenzó a llenarse rápidamente con las apuestas, por minutos y por niveles de dificultad superados hasta la (al parecer, porque no había la opción de victoria de la padawan) inevitable derrota.
Hagan sus apuestas
Con un movimiento que apenas se podía seguir con la mirada, desenvainó, sujetando la espada con ambas manos. El sonido de metal vibrando apenas se sintió, como si algo reforzara durante un segundo todas las "n" de las conversaciones.
Keel habló en voz comedida a Ide:
-¿Los jedi no hacen apuestas?
-No necesito apostar, no va a ser eliminada -afirmó Ide-.
-Todo el mundo acaba siendo eliminado, sólo es cuestión de tiempo. El nivel de dificultad va subiendo progresivamente, hasta que el jugador pierde. Todo el mundo pierde.
-Nada crece indefinidamente, Keel -respondió el jedi.
-Pensaba que ibas a decir que la fruta puede acabarse. Sí, la máquina tiene treinta niveles de dificultad, pero en los diez últimos la fruta viaja más rápido que un disparo de blaster, en ráfagas. Quiero decir, puede que sea buena, pero no tanto...
-Uhm. Está bien. ¿Cuál es el récord de tus invitados?
-Tuvimos un maestro echani que llegó a dieciséis.
-¿Jedi?
-Nunca ninguno ha querido jugar.
-Entonces digamos que estoy decentemente seguro de que mi aprendiz podría llegar a 17.
-Nadie ha apostado por diecisiete, nunca. Ni siquiera está esa columna en la pizarra. Si ganas, te llevarías un montón de dinero.
-De todas formas, no tengo moneda hutt que apostar. Si tuviera algo con lo que apostar, ya te habría pagado mi estancia -sonrió-. Pero bueno, si te valen créditos de la República, algo puedo apostarme.
-No, hombre, no. Se apuesta con fleber. ¿No tienes fleber? -añadió, mirándolo como si fuera alguna especie de turista.
-Muy pocos -respondió, sacando el cristal que le habían dado en el Palacio del Dolor-.
-Esto es una apuesta amistosa, hombre... usa aquel terminal.
Ide se acercó al terminal. En él se veia un montón de información, toda la cual estaba en idioma hutt. Tanteó las opciones que le parecían intuitivas, y notó que la tabla podía desplazarse con el tacto. Llegó hasta la columna dieciséis, y movió la mano como para desplazarse más allá, y tras un breve titubeo electrónico apareció una nueva columna. Ide dio algunos toquecitos, que se convirtieron en números hutt en la pantalla.
Apostó todos los fleber que le había regalado el hotel.
Arakosia dio un par de pasos laterales, para acostumbrarse al suelo. Frente a ella, un mecanismo metálico, esencialmente una esfera con un corto conducto, se posicionó a unos tres metros. Entre las mesas surgieron una especie de embudos, donde la gente comenzó a dejar caer fruta.
La primera pieza fue una manzana, dirigida hacia el vientre. Arakosia sólo movió los brazos, como con desgana, y la manzana quedó partida en dos.
Se oyó un ruido como de varios mecanismos pequeños encajando simultáneamente, y durante un instante se vio un dígito hutt en la pantalla (que Ide reconoció como un dos).
Dos ráfagas de dos piezas de fruta, dirigidas a mayor velocidad, se lanzaron hacia ella. Dio un paso lateral, y partió tres de las cuatro piezas. La pieza restante quedó suspendida en un campo antigravedad que la recondujo al mecanismo disparador. Keel habló de nuevo en voz lo bastante baja para que sólo Ide lo escuchara:
-Así es la vida... lo que no resuelves en su momento acaba volviendo tarde o temprano.
Un nuevo reajuste. Una ráfaga de cuatro piezas, otra de tres, otra de tres. Arakosia se movió como en ráfagas, y dio un par de pasos muy rápidos, mientras la espada bloqueaba varias piezas de fruta.
Ide se mantuvo impasible. Se calmó y se concentró en su aprendiz. Sintió una leve punzada de intranquilidad, ya que nunca la había visto actuar en serio...
Arakosia al límite
Clic-CliClac. Nueva ráfaga, más difícil de por sí, mas los intereses. Arakosia la esquivó casi en su totalidad, apenas parando lo que no podía esquivar.
Clic-CliClac. Boom. Lo esquivó, a duras penas.
Clic-CliClac. Boom. Hizo una especie de pirueta casi imposible.
Clic-CliClac. Boom. Un movimiento cegador con la espada, y se dejó caer sobre su espalda.
Las ráfagas se sucedieron rápidamente, y Arakosia pareció a punto de perder desde la séptima ráfaga. Los espectadores, deseando precipitar el final, echaron más y más fruta en los embudos; pero el final no llegaba.
Arakosia permanecía calmada, emanando una especie de mezcla de paz y helada determinación, con movimientos apenas suficientes. Pero suficientes.
Ide se sintió de repente extremadamente orgulloso de su aprendiz. Se alegró de haber confiado en ella, y de haberla tomado de aprendiz a pesar de su pasado. Estaba plantada en el Lado Luminoso, con fuerza y determinación. Por lo que a Ide respectaba, Arakosia había superado la prueba, llegara al nivel 17 o no.
Y entonces la sintió, mientras hacía una especie de salto mortal con arabescos de espada. Su presencia en la Fuerza se incrementaba con el combate. Sin perder la concentración, le dirigió un saludo telepático a Ide (nada muy elaborado, sólo un te percibo, maestro). Supo que había percibido parte de lo que Ide había estado pensando. Todo había sucedido en una décima de segundo.
Sus pies tocaron nuevamente el suelo. CliCliClac. Boom.
No perdía el control de su cuerpo, pero había algo en su mente... Ide no pudo determinar qué era exactamente.
CliCliClac. Boom. Estaba llegando al límite de su capacidad.
Más allá del límite
Y entonces llegó a su límite. Su mente no pudo resistirlo más y se desparramó hacia emociones. Lo normal es que el padawan recapacitara en este momento (este momento que pasaba a cámara lenta, en el que veía precipitarse una avalancha de fruta contra ella y de repente sabía que no podría con ella), y sintiera una punzada de desesperación, o de ira, o de celos de alguien con mayor habilidad.
En ese instante en el que cedió, sintió una inmensa, cruda, excitación sexual. Ide parpadeó, perplejo.
Ella no se descentró. Descubrió que sí que podía. Canalizó la Fuerza a través de su cuerpo, y se movió más rápido de lo que nunca se había movido. Las catorce ráfagas de fruta se vaporizaron, rociandola de restos frutales de media galaxia, mientras su rostro permanecía impasible.
El público enmudeció durante un instante. Luego comenzó a vitorearla espontáneamente.
Ella permanecía impasible.
Quince ráfagas de fruta a alta velocidad, muy parecida al fuego de blaster. Las destrozó mientras transmitía deliberadamente a Ide un agradecimiento más grande de lo que podían expresar las palabras.
"Redioses", pensó Ide, abiertamente sorprendido. "Tengo la mejor padawan del universo".
Algo no va bien
CliCliClac. Boom. Cerró los ojos, movió la espada, que repentinamente podía oirse zumbar en un tono apagado, y volvió a hacer pedazos la avalancha de fruta que se movía hacia ella.
CliCliClac. Boom. Arakosia permanecía con los ojos cerrados, y su cuerpo apenas se podía distinguir. Su mente irradiaba paz y deseo hacia Ide, y ahora prescindía de las palabras. No realizaba ningún movimiento innecesario, y su respiración apenas se había alterado. Ide percibió algo extraño en ella. Su metabolismo era extraño...
CliCliClac. Boom. Era un borrón en movimiento. El público observó atónito cómo la fruta se despedazaba, como si hubiera chocado contra una pared.
Ide centró su percepción en el elemento extraño que había encontrado en ella. No era algo que ella hubiera producido. ¿Pero, entonces, de dónde...?
CliCliClac. Boom. Nadie salvo Ide vio la cara de Arakosia, una máscara de lujuria. Su cuerpo se movió cegadoramente, la espada silbaba varias docenas de veces por segundo, el público no la escuchó, porque gritaba ensordecedoramente.
En la siguiente ráfaga, la máquina comenzó a hacer un ruido diferente, aunque nadie salvo Ide se dio cuenta. Era porque había pasado del nivel veinte.
En el nivel veinticinco, Ide lo supo. Arakosia estaba drogada. No supo cómo ni por qué, pero era la razón por la que estaba tan excitada. Ide, inmediatamente, analizó su propio metabolismo. Estaba bien.
Entonces... ¿cómo? Ella sólo había comido después que él, y siempre de lo mismo que él...
La máquina cambió de nuevo de sonido. Las cinco últimas ráfagas, comentaron algunos de los huéspedes, se movían a velocidad supersónica.
Igual que ella. Bueno, puede que no se moviera a velocidad supersónica, pero esa era la impresión que daba.
Para cuando despedazó la ráfaga número treinta, gemía en voz baja. Se bajó, y sólo entonces notó el público que Arakosia estaba desnuda. Ide notaba la excitación que la recorría como una corriente eléctrica.
Se levantó, y sin correr, pero apresuradamente, le echó su capa por encima. Ella se giró hacia él, y se acurrucó contra su cuerpo.
-Dime, amigo Keel. ¿Paga esto nuestra estancia? -dijo Ide, con una media sonrisa, cuando llegaron hasta él. Intentaba que no se notara, pero estaba algo turbado por la situación.
Keel abrió la boca para responder. Arakosia se desmayó.
Consecuencias inesperadas
Tras pedirle ayuda a Keel, Ide llevó a Arakosia a sus habitaciones. Un excelente droide médico les esperaba allí, con el equivalente a un pequeño hospital de campaña en medicamentos. Tras unos cinco minutos, el droide se volvió hacia Ide.
-Su vida no corre peligro, debido a que la sustancia suministrada era de gran pureza. Sin embargo, esto la expone a unos efectos primarios más extensos.
-¿De qué sustancia se trata?
-La sustancia es, sin dejar lugar a dudas, especia roja. Sin mezclar.
Ide escuchó, impasible, pero lleno de preocupación.
-La especia roja es una droga bastente común en Nar Shaddaa, utilizada en toda la galaxia de forma recreativa, esclavizadora y punitiva. Los efectos primarios son excitación sexual y desinhibición.
"Cielos, la chica ha superado todos sus límites, a riesgo de sufrir algún daño grave. Cómo no he podido verlo antes".
-Los efectos secundarios incluyen sobrecarga metabólica y fallo cardiaco, pero sólo se manifiestan a altas dosis o cuando la especia roja está adulterada con sustancias peligrosas.
-¿Y el riesgo de adicción?
-Variable. Sin hacer uso de un coadyuvante, a menudo depende del grado de insatisfacción durante la primoadministración. Los enlaces cerebrales se hacen más poderosos con la deprivación del impulso básico. De hecho, entre los hutt se considera un castigo común administrar una dosis potente y luego impedir cualquier gratificación física, para crear una adicción permanente.
-En otras palabras... de no satisfacerse el deseo sexual...
-Es una droga hutt -contestó, como si fuera suficiente explicación-. Suelen conducir a la esclavitud o la depravación, habitualmente a ambas cosas.
Era suficiente explicación.
-Dada la dosis inicial estimada mediante analítica, recomiendo el uso de un mecanoestimulador, o bien la ayuda de unos treinta y dos voluntarios. Los efectos pueden durar entre doce y treinta horas a partir del momento actual.
-Cielos.
-Con posterioridad a ese periodo, sufrirá el llamado "periodo de descenso", durante el cual permanecerá refractaria a estímulos externos mientras su metabolismo se recupera. ¿Alguna pregunta?
-¿Tienes algún coadyuvante para rebajar los efectos de la primoadministración? -repitió Ide, sin saber muy bien lo que era un coadyuvante.
-Ninguno que no produzca adicción permanente. Si le preocupa reducir el periodo de hiperestimulación, hay pocas cosas que se puedan hacer, principalmente mantener elevado el aporte sensorial. Pero los efectos en sí, como ya he dicho, no pueden rebajarse salvo a costa de una adicción permanente.
"Está claro que esta va a ser una noche movida", pensó el joven maestro Jedi. Anakin había hablado de la terapia sexual, pero esto...
-¿Algún indicio de cómo fue la exposición? No comió nada que yo no comiera. Y sólo se separó de mí cuando subió... -Ide se cortó, cuando revivió la escena de toda esa fruta disparada hacia su aprendiz.
Qué tonto había sido.
Noche en blanco
-Al parecer, la paciente inhaló una pequeña cantidad, muy concentrada, de especia roja.
Necesitaba meditar en todo esto. Y después, hablaría con Keel sobre este pequeño inconveniente.
-Señor, ¿desea que pida voluntarios, pido el mecanoestimulador, qué hago? Tengo que despertarla cuanto antes, si pretendemos reducir al mínimo el riesgo de adicción.
-Quédate disponible, pero despiértala y déjanos. Ya te avisaré si lo necesito -dijo gravemente.
El droide dejó una pequeña pieza metálica junto a la cama.
-Estaré cerca.
Ide había tomado una decisión. Si había que curar a su aprendiz, no iba a dejar que lo hiciera un desconocido habitante de esta maldita luna.
El droide se acercó a Arakosia, y con un movimiento rápido inyectó algo cerca de la base de su espalda. Arakosia se despertó, y miró a su alrededor con expresión ausente, centrada. Cuando vio a Ide, intentó disimular su evidente excitación, buscando algo con lo que taparse.
-Maestro... -dijo con voz temblorosa- ...siento haberme desmayado.
Ide pidió al droide que saliera. La noche iba a ser larga.
La única cura
Lo había hecho cientos de veces, con desconocidos y desconocidas en Galmia, pero esta vez era distinto. Era más parecido a las noches con Kwyna o con Anakin. La cuidó, y la tocó, con su cuerpo y con la Fuerza, con escenas aprendidas en mil y una noches cuando estaba aislado en aquel planeta.
Le contó lo que había sucedido durante la demostración. Le contó mil cosas de cuando estaba con Anakin y con Kwyna. Dejó escapar alguna lágrima en algún momento, cuando se acordó de su Reina, recientemente huída.
Pero no la dejó sola ni un sólo momento en toda la noche.
Ella apenas reaccionó a sus palabras, aunque notó que las comprendía, pero apenas podía centrarse en otra cosa. Gradualmente, algo mayor parecía desplegarse desde su interior. A pesar de su estado, estaba usando la Fuerza para comunicarse a otro nivel. A partir de un determinado momento, no hablaron. Sólo se comunicaron mediante sus cuerpos y la Fuerza.
Ella nunca tenía bastante, e Ide vio en esto el reflejo de la droga. Pero se sintió maravillosamente cada minuto que pasó en aquella habitación.
Cuando llegó la mañana, Ide estaba exhausto. Había necesitado usar cada ápice de energía y conocimiento, tanto mundano como de la Fuerza; para no desfallecer durante esas doce horas. Pero ella estaba dormida.
Por fin. Y, al tiempo, él también se dejó desfallecer.
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