Diario de Las Implacables

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Extractos de los diarios de los miembros de Las Implacables, sobre lo acontecido en Dwänholf en los años 988 y 989.

Contenido

Diario de Karl Hozstein, Mar Oriental, 2/1/989

Navegamos en dirección a Puerto Rúe. Estamos a doce días de navegación. Ayer abordamos el Salsa Picante. Al principio pensábamos que todo iba a ser fácil: nos infiltramos en el salsa picante sin muchos problemas, pero, tras un corto combate con el capitán (el cual sufrió los efectos de mi destrozar de una forma un tanto dramática) Yojiro se encontró a una chica que musitó unas palabras un tanto sospechosas. La sospecha se confirmó cuando un barco fantasma apareció de la nada, al cual tuvimos que hacer frente sin dilación, pues parecía dispuesto a destruirnos.

Debía ser la protección mística de la que hablaban los piratas de Puerto Rúe. Abordamos el barco. No fue fácil: el capitán y sus secuaces tenían una apariencia fantasmagórica. El segundo de a bordo, un mentalista, nos envolvió en cubo de agua, del cual era difícil salir. Nunca he oído hablar de tal matriz psíquica, debió ser algún truco de magia. En cualquier caso, Maira consiguió escapar y atacar al capitán, el cual fue automáticamente absorbido por su espada - esa que parece cantar cuando mata a alguien y la cual yo no sé si nos hace más mal que bien -. Al instante, el segundo entregó el barco y todos sus ocupantes se postraron ante nosotros.

Decidimos liberarlos, pues parecían almas errantes condenadas a servir. Al poco, el barco se desvaneció.

No ha sido en vano nuestro periplo, al menos para mí. Entre otros tesoros ocultos en el camarote del capitán del Salsa Picante, había un cristal psíquico.

Diario de Karl Holzstein, Puerto Rúe, 15/1/989

Ayer llegamos a Puerto Rúe tras abordar con éxito el Salsa Picante y al barco fantasma que lo protegía. Dux nos ha cedido el barco. Es un tipo raro, primero nos informa del asunto del barco de Tsukihara y ahora nos lo regala. Me pregunto qué estará tramando. En cualquier caso parece que no le gusta el tal Valdeumbrío, y eso a nosotros nos conviene.

Hemos buscado a un capitán para que dirija el barco y contrate una tripulación. Lucius nos recomendó a un viejo que encontramos en la taberna muy borracho. Se llama Arión. Le interrogamos y parecía un buen hombre. Por lo visto bebe para olvidar que ya nadie lo contrata. Se le iluminó la cara cuando lo contratamos, y prometió no volver a beber. En cualquier caso, Leire fue al burdel a comprarle un brebaje para el síndrome de abstinencia, por si las moscas.

Esta noche Maira ha convocado una reunión con los Reyes Piratas. Quiere organizarlos para que ataquen las rutas de abastecimiento de Valdeumbrío, ahora que nos hemos cargado el navío fantasma. Y mañana salimos para comerciar con el Salsa Picante. A Billy no le va a gustar. Cada vez que llegamos a Puerto Rúe las señoritas lo encierran en el burdel y no lo dejan salir. Aunque algo me dice que a él, esto último, no le importa en demasía.

Diario de Karl Holzstein, Skala, 7/2/989

Nuestro periplo comercial con el Salsa Picante ha sido de todo menos tranquilo. Hará una semana pasamos por Puerto Tibas, en el que comerciamos honradamente. Pero, a pesar de que íbamos bordeando la costa para minimizar el riesgo de abordaje, al poco de salir de Puerto Tibas fuimos atacados por unos barcos hostiles que no llegamos a identificar. Estrené una capacidad recién aprendida que consiste en una bola de energía de 50 metros de radio, bastante destructiva, que neutralizó al primero de los barcos, pero en seguida entendimos que era parte de una emboscada. Intentamos evadirnos, pero en la huída se dañó el casco de nuestro barco. Arión nos instó a buscar un puerto de reparaciones, y paramos en el pequeño pueblo de Slever, pues por lo que sabemos la ciudad de Skala es leal a Valdeumbrío y no esperamos ser bien recibidos.

El práctico del puerto se mostró diligente y amable. No ocurrió así con los habitantes del pueblo, que parecían tenernos algo intermedio entre el miedo y el desprecio. Pronto descubrimos que estaban amenazados por un puesto militar dependiente de Valdeumbrío. Sospechamos que podría haber repercusiones si no la neutralizábamos, y así lo hicimos. Intentamos con escaso éxito contener la protección sobrenatural que daba la alerta en caso de ataque a la torre vigía, por lo que tuvimos que huir del pueblo cuando el barco estuvo listo. A la hora de zarpar, divisamos una columna de humo que salía del pueblo. Cuando volvimos, era demasiado tarde. El ejército de Valdeumbrío había destruido el pueblo, matando a su paso a todo aquel que no colaborara u opusiera resistencia, sin distinción de sexo o edad. Los campesinos habían luchado por sus casas, pero no tuvieron oportunidad alguna contra los soldados del Duque. Pesó sobre nuestras conciencias lo que más tarde las gentes de Dwänholf conocerían como la Masacre de Slever.

Hemos llegado a Skala con los supervivientes, y estamos a la espera de entrevistarnos con el Marqués del Cierzo. No hemos encontrado resistencia: parece que las noticias han llegado hasta aquí. Espero que el Marqués, por lo que sabemos alineado con Valdeumbrío, no tenga a bien inculparnos de lo ocurrido.

Diario de Karl Holzstein, Puerto Ánfora, 12/2/989

El Marqués del Cierzo, Raymond Schalieri, estaba consternado. Presentamos nuestros respetos y nos disculpamos por no haber podido ayudar en lo acontecido en Slever. Nos agradeció la intención y eximió nuestra responsabilidad, además de mostrar un profundo pesar por lo que había hecho el ejército de Valdeumbrío. Nos reveló que no tenía muchas opciones, pues su acuerdo con el Duque era más la sombra de una amenaza que un pacto. Él se debía a su pueblo y por eso no había puesto resistencia cuando Valdeumbrío le exigió que su hermano pequeño Theodor Schalieri, dejara el marquesado para servirle a él. Prometimos ayudarlo y encargarnos de buscar a su hermano. Creo que hemos hecho un aliado en Skala.

A los dos días partimos a Puerto Ánfora ciudad regida por un triunvirato de gremios comerciantes. Atracamos en el puerto del Gremio de la Paloma, cuyo jefe, Barion Montego, terminó siendo a la postre una especie de alcalde autoproclamado. Hemos averiguado que la ciudad provee, sospechamos que bajo amenaza, de pescado en salazón al ejército de Valdeumbrío. Barion parece un hombre muy neutral, muy político y negociador, pero honrado. Asegura dedicar todos sus esfuerzos a evitar que Puerto Ánfora sea sometida o destruida, y no ve una salida clara al yugo que ha impuesto el tratado comercial con Valdeumbrío. La ciudad no está fortificada, y levantar un muro, además de ser una tarea larga y costosa, levantaría sospechas inmediatamente.

Sabemos también, por una especie de familiar que Maira tiene en Puerto Ánfora, que el Gremio de la Paloma es partidario de una alianza clara con Valdeumbrío. Hemos decidido investigarlo esta noche, yendo a la casa del jefe del gremio, Gomer Van de Worchant.

Lo más preocupante de todo esto es el ejército de unos dos mil hombres que está apostado a pocos kilómetros de la ciudad.

Diario de Maira Morrigan, Gaakrock, 16/2/989 - 14/03/2010

Exploramos la forma de atacar al ejército del Duque de Valdeumbrío apostado en Puerto Ánfora, pero desistimos en el empeño. Karl asesinó accidentalmente al jefe del Gremio de la Espada cuando fuimos a hablar con él. Las investigaciones llevaron a las autoridades ante nosotros, y fue juzgado por ello. En un magistral movimiento político de Barion Montego, Karl fue condenado a construir una muralla que fortificara la ciudad.

Decidimos tras todos lo acontecido atacar la flota pirata que, haciéndose pasar por el Akaryu, robaba los barcos pesqueros de Puerto Ánfora con propósitos aún desconocidos. Abordamos un barco y lo utilizamos para infiltrarnos en la aldea de Gaakrock, que les servía de guarida, donda tuvo lugar una batalla campal de la que salimos victoriosos. Finalmente los efectivos enemigos supervivientes - unos 180 hombres - se postraron ante nosotras a unas cuatrocientas millas al oeste de Puerto Ánfora. No tenemos noticias sobre el hermano menor del Marques del Cierzo.

Diario de Maira Morrigan, Pantano Negro, 26/2/989 - 21/03/2010

En Gaakrock encontramos treinta y cinco barcos robados que habían sido modificados para incorporarles cañones. Interrogando al mayordomo del hermano menor del Marqués del Cierzo descubrimos que éste había partido al Pantanto Negro, junto con un guerrero venido de Hendel, con la misión de recuperar algún tipo de artefacto para el Duque de Valdeumbrío. Proveímos de 300 armas a los campesinos que, educadamente pero sin excesivas muestras de gratitud, nos informaron de su intención de abandonar la aldea si cualquier ejército se acercaba, escarmentados por el ejemplo de la Masacre de Slever.

Navegamos hasta Puerto Ánfora donde devolvimos los barcos robados y entregamos a los prisioneros enemigos (excepto a tres magos naúticos, renegados de su clan en Hauffman, a quienes reclutamos). En una reunión breve con Barion Montego decidimos postergar la construcción de la muralla hasta que la ciudad se hiciese con la correspondiente batería de cañones, para lo cual le recomendamos encarecidamente acudir a Skala. Con sabias palabras, Karl y yo le convencimos además de que iniciase conversaciones diplomáticas con Raymond Scallieri, con el fin de establecer provechosas relaciones comerciales, y de insinuar los contactos del Duque de Valdeumbrío con potencias extranjeras, entre las cuales se intuye a su detestada Phaion. Tras esto decidimos partir al Pantano Negro para contactar con el heredero del Cierzo y, quizá, interceptar el artefacto perseguido por el Duque.

Tras una semana llegamos al pantano, refugio de cuerpos insepultos y de los correspondientes fantasmas. Precisamente el espectro de un antepasado de Lucius Abercombrie nos pidió informarle de que su espada familiar se enuentra hundida en la proximidades de la isla Abercrombie.

La actividad sobrenatural se incrementó repentinamente al anochecer, momento en el que empezaron a aparecer cohortes de no-muertos hostiles. Poco después descubirmos la presencia de elementales que atacaban a dichos no-muertos. Uno de ellos, de nombre Shgrash, nos explicó que fueron invocados por hombres con la única misión de contener a los malignos entes, y nos recomendó detener nuestra marcha hasta el amanecer. También indicó que nuestro destino más probable era una torre situada al sur.

Al día siguiente reiniciamos la marcha y llegamos a la Torre de Energía Azul.

Diario de Karl Holzstein, Pantano Negro, 26/2/989

Al pie de la Torre de energía Azul, los esfuerzos por romper la barrera que la protegía parecían vanos. Al intentar yo comunicarme con alguien del interior, choqué con la presencia de un poderoso psíquico que custodiaba el lugar. No nos permitió el paso y amenazó con destruirmos si intentábamos entrar. Ante tal disyuntiva, Leire consiguió comunicarse con uno de los espiritus que flotaban de todas las direcciones del pantano hacia la torre, y, al preguntarle por humanos, el espíritu nos indicó unas ruinas que quedaban al norte de nuestra posición.

En las ruinas encontramos una especie de ritual, realizado por espíritus del pantano, que celebraban algún tipo de rito de su civilización ya extinta. No encontramos hostilidad alguna en aquellos seres, por lo que nos dirigimos directamente a lo que antaño hubiera sido una mazmorra. Encontramos allí a un humano, que se identificó como Charles Delacroix, perteneciente a la organización del Sol Negro, y que se había escondido en la mazmorra huyendo de algún horror que no nos alcanzó a describir. Huimos rápidamente de aquel sitio, y custodiamos a Charles hasta la Torre de la Energía azul, que resultó ser al final uno de los centros de investigación de Sol Negro. Gracias a él pudimos entrar en la Torre, donde, según nuestra información, podía encontrarse el hermano del Marqués del Cierzo.

Diario de Karl Holzstein, Torre azul, 26/2/989 - 19/03/2011

Ya dentro de la Torre de Sol Negro nos encontramos con Axel Haakonson, un guerrero tecnicista que, como ya sabíamos, es el guardaespaldas de Theodor Schalieri, hermano del Marqués del Cierzo. Nos comentó que el chico había venido a la torre para realizarse un tratamiento nigromante siguiendo el consejo de su protector, el Duque de Valdeumbrío. No parecía muy contento cuando le contamos el tema de la masacre de Slever, y decidió ayudarnos cuando le contamos que Raymond, el marqués, nos había encomendado encontrar a su hermano. Sugirió entonces un plan para debilitar al psíquico que controla el escudo (que resultó ser un amasijo de cerebros y órganos en una cubeta), y así poder rescatar al muchacho y huir de la torre.

Las investigaciones revelaron que Sol Negro estaba desarrollando no muertos aptos para la lucha, y que compartían información y técnicas con otra organización con sede en Terrasanta. Temimos entonces que estuvieran haciendo tratos con Ashcroft, y decidimos actuar.

Tras algunas deliberaciones, conseguimos trazar un plan en el cual Axel debilitaría al psíquico, enfriando con sus poderes la maquinaria que lo sostenía vivo mediante un conducto de ventilación que él conocía. Un técnico descontento (Paul Schweiner) informó que un sistema de regulación de la temperatura se activaría a los tres minutos, para regular la temperatura del ser. Mientras el psíquico estaba anulado, Maira y Leire hablarían con el jefe de la torre, Lui Delacroix, tío de Charles Delacroix. Axel y Karl consiguieron su parte no sin sufrir graves daños, pues el psíquico custodio estaba defendido por una criatura zombie hecha de puro músculo. Sin embargo, esta maniobra dio margen a Maira y Leire para negociar con Lui la liberación del chico del Cierzo, así como la promesa de que no venderían no muertos a Valdeumbrío, que no experimentarían con niños y que liberaría a Schweiner. Además, la caída del custodio bajó el escudo y los no muertos del pantano atacaron la torre.

No tardó en descubrirse que las promesas de Lui eran completamente vacuas, y que no habían sido si no una maniobra de evasión. Charles Delacroix transmitió su escepticismo al respecto, y nos desveló, una vez desconectado el psíquico custodio, que su verdadera misión era la de auditar los extraños negocios que venía haciendo su tío. Al descubrir esto, decidimos acompañarle a los sótanos restringidos, en los cuales descubrimos un proyecto obsceno que trataba de unir varios necrogolem para crear una criatura extremadamente dañina y poderosa. Decidimos entonces evacuar la torre, cosa de la que se encargó Charles mientras nosotros buscábamos a Theodor. Tras liberarlo, bajamos a los sótanos a enfrentarnos con Lui Delacroix.

El supuesto científico resultó ser todo un guerrero, que además estaba intentando controlar a uno de los necrogolem. Nos enfrentamos a él y lo derrotamos, tras lo cual terminamos la evacuación de la torre, dejándola a merced de los demonios del pantano.

Diario de Karl Holzstein, Meseta de Somer, 3/3/989 (1/05/2011)

Charles Delacroix mostró su agradecimiento, por todo lo que habíamos hecho por él. Le devolvimos el cetro hecho de madera de ghestal que su tío Lui había usado para intentar controlar al necrogolem, pues había ido allí, entre otras cosas, a recogerlo. Maira negoció con él la liberación de algunos de sus técnicos, siempre que no comprometieran los secretos de Sol Negro, y conseguimos unos 15 forjadores que pasarían - por voluntad propia - a servir en el Señorío de Lavanda.

Théodor se despertó en la mañana del 27. Aunque al principio se mostró rudo con nosotros, pronto entendió que su señor Gregor no era todo lo que él pensaba. Después de que Billy lo derrotara en una escaramuza en la que se vio envuelto fruto de su soberbia, algún correctivo de Axel y posterior demostración técnica de Leire, el chico decidió que se quedaría con nosotros hasta que lo pudiéramos llevar con su hermano. Subimos por el río con el barco de camino a la fortaleza del Conde del Espliego. Flotando en los tramos que no era navegable, atracamos en su puerto fluvial, en el que fuimos amablemente recibidos.

El ambiente en la corte de Vitorio Smithson no podía ser más tenso. Después de un breve saludo, el Conde Vitorio se retiró, quedándonos nosotros con su hijo Mario. El joven heredero se sinceró con nosotros en cuanto estuvimos libres de espías: no estaban contentos con la situación en la que se veían inmersa por su relación con Skulling. Su hermana estaba casada con Gregor, habiendo dado a luz a dos hijos de tres y cinco años. Temían por la vida de su hermana ahora que la unión se había consumado, pues sabían de sobra que a Skulling tan sólo le interesaba unir líneas de sangre, y que una viudedad sería muy conveniente para tales fines. Por otra parte, se veían obligados a resistir la presión del ejército de la Falsa Sombra, apostado en la frontera con Hendell y que cada vez intentaba con más dureza entrar en Dwänholf, cosa que inevitablemente tenía que hacer por los dominios del Espliego. Contaban con escasa ayuda de Gregor para esta tarea, el cual sin embargo se había cuidado de introducir a varios 'consejeros' y 'emisarios' en la corte del Espliego, con lo cual estaban constantemente vigilados. Le contamos nuestro plan de unir a todos los nobles contra el autonombrado rey de Dwänholf, y juró que todos los espías de Skulling morirían el mismo momento que su hermana no estuviera en las manos del canalla.

Contentos con la complicidad del Señorío del Espliego, realizamos un intercambio de regalos en la cena para simular una visita diplomática y no comprometer la posición del Conde. Tras una rica cena y un delicioso postre - tanto que quizá desenmascaró la verdadera posición del Conde respecto de nuestra visita - Leire tuvo la desdicha de verse retada a muerte con un prepotente e impertinente diplomático del Duque de Valdeumbrío. El chico, abiertamente odiado por todos los fieles al Conde (y parte de los que comulgaban con Skulling), salió con graves heridas del duelo, lo cual produjo escaso pesar según comentó Mario. Decidimos, por miedo a un sabotaje de algún espía, dormir en el barco, donde Mario nos visitó disfrazado para forjar nuestra incipiente alianza. Nos proporcionó más información sobre la Falsa Sombra, sobre su nula fiabilidad después de que el ejército del Imperio apostado en Enkido lo desautorizara abiertamente, sobre sus intenciones y sobre el recelo que provocaba su movimiento desde el Imperio. Aunque anteriormente habíamos barajado la posibilidad de negociar con él, lo descartamos cuando supimos que se había quedado con el segmento de la base de Enkido más desconento con la situación de pasividad del Imperio, y que básicamente era una colección de soldados y mercenarios con ánimos de entrar en guerra y conquistar Dwänholf. Sobre la daga de Pragna, nos comentó que si el Marqués del Cierzo era un aliado, su propia reliquia podía ayudarnos a encontrar la daga. Arrojó algo más de luz también sobre la situación en Terrasanta, donde Aschcroft tenía controlado no sólo el consejo sino cualquier puesto de responsabilidad, y de cuán difícil resultaría cualquier acción en la ciudad, pues estaba atestada de guerreros bien entrenados. La reliquia de la familia Aschcroft parece tener alguna capacidad para detectar a las personas que conjuran contra él, aunque esto, según Maira, suena más a leyenda que a una función real de la reliquia. Preguntado sobre la posibilidad de reunir al Consejo de Nobles Antiguos, nos transmitió su escepticismo, pues Skulling haría lo posible por sabotear semejante encuentro. Le solicitamos finalmente un equipo que pudiera escoltar a su hermana de vuelta una vez liberada, que además nos pudiera ayudar a infiltrarnos en Anateri para rescatar a la dama. Una vez llegaron los agentes Kazama y Tsuko, partimos en la noche en dirección a la costa. Cuando el río se hizo navegable de nuevo, dejamos el barco en manos de Arión para que llevara a los agentes refugiados de Sol Negro a Muninborg. Charles se comprometió a investigar la postura oficial de las autoridades hendellianas sobre la Falsa Sombra y a mandarnos noticias al respecto. Así, partimos a caballo Maira, Leire, Billy, Axel, Théodor, Kazama y Tsuko y yo en dirección a Luka para ver al Duque de Pragna.

En la noche del 28 pernoctamos en el Monasterio de Kirion, en el que aún se acordaban de nosotros. Tras dos días a caballo, estamos algo más cerca de Luka. Sin embargo, una criatura oscura que, según Leire, está extrañamente lejos de su hábitat natural, nos atacó anoche. La lucha desembocó en una situación algo desesperada, pero al final salimos victoriosos. Sin embargo, aún nos queda la duda de si Aschroft está detrás de este ataque, pues no es la primera vez que casualmente nos encontramos con criaturas que perfectamente podrían obedecer a sus habilidades conjuratorias justo después de que nuestros enemigos nos hayan localizado.

Diario de Karl Holzstein, Lukka, 3/3/989 (27/07/2011)

Al comenzar el día, y ya algo más tranquilos después de derrotar a aquel demonio, divisamos Lukka en el horizonte. Al llegar pudimos comprobar que era una ciudad amurallada, con sólidas torres que le daban aspecto de bastión impenetrable. Especialmente nos llamó la atención una de ellas: una torre negra, sólida, que al acercarnos más pudimos comprobar constituida de un único bloque sólido, extrañamente parecida a la torre de Maebolg.

No sin antes toparnos con la embajada de Moth (cosa que causó una gran sospecha en nosotros, pues no teníamos constancia de que existieran siquiera tales embajadas), localizamos la residencia del Duque de Pragna, situada en una de las torres al sur de la ciudad. Fuimos recibidos por lo que al principio nos pareció el encargado de las caballerizas, Mark Einhart, que a la postre resultó ser el senescal de la ciudad. En los primeros minutos pudimos corroborar que los rumores eran ciertos: la guardia de la ciudad estaba desorganizada y sin disciplina, y en la Compañía de la Media Noche, encargada de vigilar la Meseta de Somer y de detener las incursiones de criaturas sobrenaturales provenientes de Moth, escaseaba a partes iguales tanto el número de hombres como su valía. Conocimos también al capitán de la Compañía, un muchacho llamado Emil Van der Host, que nos pareció se encontraba frustrado ante la situación a la que había llegado su señorío.

El senescal, ya en una reunión privada en sus aposentos -no parecían disponer de otro sitio mejor-, nos explicó que él había estado al cargo de la parte administrativa y militar de la ciudad, desde que su señor se desentendiera de sus obligaciones tras la partida de su primogénito. Sumido en una depresión, se había dado a la bebida, lo que hizo que toda la ciudad -y parte de la comarca- le perdieran el respeto. Perdida la daga en un ataque del Akaryu, no había forma de comprobar de forma sobrenatural la lealtad de los que tomaban juramento al ducado, habilidad que antes había sido de gran ayuda para mantener la disciplina. La daga permitía de hecho al señor sentir a traves de los sentidos de sus juramentados. Adicionalmente, y muy a pesar del capitán, el senescal había optado por admitir a casi cualquiera en la Compañía. Justificándose en la escasez de hombres, esto había contribuido a reducir más si cabe el nivel del cuerpo. Supimos también que la daga perdida se encontraba en el Pantano Akquo, en Phäion, información que había sido comunicada por los guardias juramentados que, habiendo ido tras la daga, fueron apresados y se mantenían aún con vida.

Sin embargo, lo que más nos ha llamado la atención es que la embajada de Moth cuenta con el visto bueno del senescal, pues, según él, prestaban ayuda contratando a mercenarios para defender los pueblos de la meseta, supliendo así la falta de efectividad de la Compañía de Media Noche.

Diario de Maira Morrigan, Lukka, 3/3/989 (28/07/2011)

Esta tarde hemos estado en la embajada de Moth. Nada más entrar al edificio nos atendieron unos tipos algo desgarbados que ni siquiera dejaron de comer. Decidí no esperar hasta que se nos concediese audiencia y pasé sin invitación hasta el despacho del embajador. Éste, un hombre amable, nos comentó los problemas de la ciudad y cómo él mismo había tenido que reclutar compañías de mercenarios para proteger a los pueblos de la zona. No dio la impresión de que fuese parte de un complot para conquistar Lukka.

Al anochecer asistimos a un sencillo banquete donde conocimos al Duque, un hombre anciano y alcohólico al que sus hombres no parecian tener ningún respeto. Al finalizar la cena, decidí confrontar la indolencia del Duque, e hice salir a todos sus hombres para demostrarle que no tenía autoridad alguna sobre ellos. Ante esto, el anciano se echó a llorar y finalmente reconoció la difícil situación en la que se encontraba, y decidió encararla y dejar la bebida.

Mientras tanto, Karl, receloso ante la actuación de algunos de los soldados, decidió seguirlos sólo para descubrir que ciertos hombre intentaban amotinar a la tropa y ponerla en contra de las implacables. La situación se resolvió al final pacíficamente, pero al interrogar a los instigadores se descubrió la existencia de un pequeño ejército, enviado por Anateri, que se encontraba en los alrededores, y que había sido reclutado por el embajador de Moth creyendo que eran simples mercenarios.

Ante esto, decidimos actuar cuanto antes y convocamos una reunión con el Duque. Tras contemplar opciones tan exóticas como invocar al Cuco - un terrorífico ser de Moth - o contratar al Aka-Ryu, decidimos transportarnos a Pragna, mediantes las artes del mago azul, y volver con un ejército para enfrentarnos al de Valdeumbrío con garantías. El duque y yo misma nos presentamos ante Ostrander mientras Karl viajaba al condado de Lavanda.

Diario de Karl Holzstein, Lukka, 4/3/989 (29/07/2011)

El Consejo de Pragna se reunió en la mañana del 4, tal y como Ostrander había informado. Según pude oir a mi llegada del Condado de Lavanda, se había llegado a un acuerdo: el duque tendría un asiento con voz pero sin voto en el consejo de la ciudad, y un asiento con voto y medio en una comisión encargada de los asuntos Pragna-Lukka. A cambio, el consejo obtuvo la renuncia del duque a sus derechos de gobierno de la ciudad, lo cual, en última instancia, legitimaba el gobierno de la ciudad. Dejando los detalles de esta recién forjada alianza para más adelante, se tuvo a bien enviar un ejército de trescientos mercenarios a Lukka para neutralizar el inminente ataque. Como tardarían una semana en recorrer los 600km que separan Pragna de Lukka, Maira, el duque y yo volvimos teletransportándonos con el Mago Azul -llevando con nosotros las armas que Sven había forjado.

A nuestra llegada nos reunimos con el senescal, para informarle de las buenas noticias que sin duda significaba la nueva alianza. No pudimos evitar notar su escaso entusiasmo, y poco tardó la reunión en convertirse en interrogatorio, cuando, leyendo su mente, detecté que formaba parte del complot de Valdeumbrío. Había, en pos del bien de la ciudad, conocido y consentido la paulatina militarización de la zona con fuerzas de Skulling, pagadas por Moth para hacer las veces de tropas de protección civil. Había además dado la alarma a los escuadrones dispersos en las aldeas para que se reagrupasen en un bastión construido en uno de los valles de acceso a la meseta, cerca de la frontera con Moth. Supimos además que una guarnición de 300 jinetes de caballería estaba preparada en el Condado del Ocaso para apoyar un hipotético asalto a la ciudad.

Decidimos actuar inmediatamente. Encarcelado el senescal, Leire y yo fuimos a inspeccionar el bastión de la infantería. Habíamos planeado reconocer el terreno para, cuando estuviera próxima la batalla, levantar un muro que entorpeciera la salida de las tropas y nos diera así ventaja estratégica, pero estábamos reconociendo las auras de ki y las mentes de la zona cuando detectamos dos fuentes muy poderosas de poder que tuvieron constancia de nuestra presencia, tras lo cual decidimos escapar del lugar. A la vuelta, paramos en algunos de los pueblos para recopilar información sobre las tropas que hasta hace poco habían protegido los pueblos. No encontramos a ningún infiltrado de Skulling: parecía que a la llamada del senescal traidor, habían abandonado a los pueblos que habían estado defendiendo. Según pudo escuchar Billy, no habían hecho lazos con ninguno de los aldeanos, y se habían limitado a pernoctar en los graneros mientras interpretaban su papel. Al ver que se habían quedado desprotegidos, establecimos un protocolo de notificación para que avisaran a Lukka si se encontraban en peligro. También les indicamos que notificaran si volvían los desenmascarados protectores, aunque, por su propia seguridad, no les hablamos del ya descubierto complot.

Las cosas parecían ir mejorando en Lukka. El duque estaba más activo, retomando sus hace tiempo abandonadas funciones. Emil, con la entusiasmada ayuda de Axel, estaba volcado en la instrucción de los soldados de su Compañía, que también parecían imbuidos de renovadas esperanzas e ilusión. No supimos decir si el aura mística que últimamente rodeaba a Maira tenía algo que ver, pero no le dimos mayor importancia, pues todo parecía estar resurgiendo de sus cenizas.

Hemos pensado en ir mañana en buscar el campamento de los jinetes, para localizarlos. Maira ha dejado caer que podríamos atacar. Puede ser divertido.

Diario de Leire Yempei, Lukka, 5/3/989 (29/07/2011)

Hemos localizado el campamento de jinetes. Se encuentran a medio camino de Lukka en una especie de fortificación, a la espera. Según tenemos entendido son alrededor de 300. Karl y yo hemos buscado un posible rival más dañino que los demás. Efectivamente había uno. No estaba muy claro si es un tecnicista, un mago o qué, pero parece ser que es fuerte. Además hay otra persona usuaria de ki pero no creemos que pueda representar un problema.

Desde las alturas, hemos trazado un plan de ataque: puesto que este pequeño ejército se ha rodeado de una fortificación y alrededor han hecho un foso, hemos pensado que Karl podría crear un muro alrededor de ellos y hacer un cuello de botella por el que podrían ir saliendo los soldados. De esta forma, mientras Maira y yo mantenemos a raya a los soldados, nuestro siempre útil y eficaz compañero Karl podría ir soltando esferas de destrucción como sólo él sabe crear.

Discutimos mucho los detalles acerca de cómo y cuándo atacarles. Al final nos decidimos por algo sencillo: Las Implacables no tienen miedo a nada así que hay que atacarles allí mismo. Se creará el muro de Karl y se separará a los caballos de sus jinetes. No hay escapatoria posible. Una vez decidido el plan de ataque, nos disponemos a pelear y acabar con todo el que no deponga sus armas. Que los dioses se apiaden de sus almas.

Diario de Maira Morrigan, Lukka, 6/3/989 (30/07/2011)

Les pedí que depusieran las armas, pero su comandante eligió la provocación y le reté a muerte. El tipo sabía un par de trucos que pudieron costarme la victoria, pero fui perseverante, esperé el momento justo y en un ataque perfecto le amputé la mano derecha.

La mayoría de sus hombres se rindieron en ese momento pero la espina dorsal de la unidad, 100 hombres fieles y con experiencia, decidió cargar de todas formas. Con Leire y yo misma defendiendo un estrecho pasillo de piedra, y Karl tras nosotras haciéndolos caer por docenas con sus esferas de energía no tuvieron ninguna posibilidad, y la mayoría de ellos se rindieron con vida.

Tomamos prisioneros a más de 200 hombres con sus monturas, armas y armaduras, incluyendo al coronel Oghor y a un joven psíquico de Remo al que Karl está pensándo en tomar como aprendiz. Una vez en Lukka, el coronel recuperó su mano gracias a la maga blanca y prometió obedecernos y ayudar a defender la ciudad.

Ya sólo nos queda esperar al ejército de Pragna. Sin embargo hoy he ido a la escuela de una de las aldeas y he pedido que los niños escriban cartas a la comandante del ejército enemigo, Asari. Espero que puedan ablandar su corazón en un momento dado.

Diario de Maira Morrigan, Lukka, 15?/3/989 (30/07/2011)

Tras llegar a nuestros oídos informaciones de que el ejército de Anateri se dirigía hacia una de las ciudades portuarias del norte decidimos construir las murallas de puerto Ánfora antes de que fuese tarde. Karl partió en solitario para completar dicha tarea y tras varios días de sobrevolar Dwanholf regresó a Lukka donde le esperábamos, junto con el recién llegado ejército de Pragna, para entablar batalla con el ejército comandado por Asari que se había replegado a un escarpado valle en territorio de Moth (para lo cual pedimos permiso a la embajada de Moth y nos fue concedido al módico precio de 100 monedas de oro).

Cuando llegamos con las fuerzas de Pragna y los jinetes de Oghor al lugar de la batalla se produjo un parlamento entre nosotros y los oficiales enemigos. Descubrimos que Asari no estaba especialmente orgullosa de la misión que se le había encomendado, ni siquiera de su bando. También descubrimos que aquel exiguo ejército (de alrededor de 300 hombres) era en realidad una coalición de tropas de Argos al servicio del Dominio, de la Alianza Azur, y mercenarios lanetenses al servicio de Valdeumbrío.

Resumiendo: conseguimos convencer a Asari de que abandonase la causa y uno de los inquisidores se puso al mando del ejército y decidió atacar. Karl y Leire destruyeron a sus oficiales con velocidad cegadora, truncando la batalla antes incluso de que empezara, y pudimos capturar con vida a todos los soldados y a uno de los inquisidores - un mentalista - para conducirlos a Lukka.

Y lo mejor de todo: hemos descubierto un vínculo entre Skulling y la Alianza Azur que podría granjearnos la ayuda del ejército de Enkido. Tendremos ocasión de saber más al respecto muy pronto... Cuando viajemos a Anateri.

--46.27.107.95 11:41 29 sep 2011 (UTC) (Marcial)

Diario de Karl Holzstein, Anateri, 24/3/989 (4/12/2011)

Llevamos a los prisioneros de la batalla a Lukka. Había tres grupos: cien guerreros de Argos, que protegían a los inquisidores; cien mercenarios orientales, pagados por Valdeumbrío, y cien hombres de Ashari, entrenada y liderada por ella misma. Tras un breve parlamento, conseguimos que los mercenarios sirvieran al Duque de Pragna, y que alrededor de la mitad de los hombres de Ashari se unieran a nuestra causa, pasando a servir al Conde de Lavanda.

Las grandes capacidades para la telepatía del niño mentalista de la guarnición de Oghor, llamado Enrico, fueron claves en la batalla contra las fuerzas de Ashari. Es por esto que Maira me lo asignó como pupilo. A pesar de sus reticencias, no parecía especialmente infeliz de abandonar las filas del Duque de Valdeumbrío, y pareció encajar bien en nuestra unidad de élite, y en seguida pareció desarrollar algún tipo de empatía recelosa (más positiva que negativa, diría yo) con Billy.

El Duque parecía satisfecho. No en vano su ciudad se había visto reforzada con los doscientos hombres de Oghor, con dicho guerrero al mando y con un centenar más de mercenarios orientales. Por no mencionar que Theodor Schalieri, el hermano pequeño del Duque Raymond Schalieri, y su útil protector Axel, se habían acogido temporalmente a la protección del Duque. Tras algunas celebraciones y asegurar algunas partes de nuestro plan con los magos de la torre, presentamos nuestros respetos y partimos.

Construimos un transporte de piedra para transportar al ejército invicto de Pragna de vuelta a casa, pues Maira tenía la intención de, en el camino, tomar la fortificación del Marquesado del Ocaso más cercana a Pragna, a modo de conquista simbólica. No si alguna reticencia el Inquisidor nos acompañó, y sobrevolando los caminos llegamos al anochecer del día 19 al enclave, empotrado entre dos paredes montañosas que progetían su retaguardia. No recuerdo su nombre, pero sí recuerdo que cayó en cuestión de minutos. Aterrizamos en medio del patio de armas sin que se diera la alarma hasta que fue demasiado tarde. Al principio destruimos parte de sus defensas pesadas, pero inmediatamente nos dimos cuenta que nos interesaba mantener intacta la estructura. Tomamos la torre de la guardia sin encontrar apenas resistencia, pues la mayor parte de los hombres dormía.

Allí dejamos pues a la triunfal guarnición de Pragna, que, motivados por la acción que tanto escaseó en la misión de Lukka, juraron proteger el recién tomado bastión para mayor gloria de la Ciudad Libre de Pragna.

Anateri era pues el siguiente paso. Partiríamos hacia la ciudad Maira, Leire, Billy, Enrico, y los espías Kazama y Tsuko hacia Anateri, cargados con dos carros con armas de los derrotados. Kazama y Tsuko resultaron de vital importancia en el diseño del plan de infiltración. Por lo que ellos sabían y la información que conseguimos recopilar en las posadas del camino, era normal que entraran y salieran mercaderes de la ciudad, siempre que tuvieran permiso de comercio - cosa que no tardamos en obtener en una de las aldeas, tras una pequeña negociación con las autoridades locales, indudablemente lucrativa para ellos. Nos ayudaron también a entrar en la ciudad disfrazados, y a encontrar una posada sin levantar sospechas. Parecían conocer la ciudad bien, pues no sólo nos guiaron por ella con diligencia sino que ayudaron a trazar el plan de entrada en la Mansión de Valdeumbrío: el sistema antiguo de túneles recorría todo el subsuelo de la ciudad. Con la ayuda de Billy y Enrico nos guiaríamos por el laberinto, orientándonos gracias a la comunicación y la localización mental.

Hemos hecho algunas indagaciones, para asegurarnos que Skulling no nos sorprenderá durante el asalto. Los locales parecen apoyar sin atisbo de duda a su señor Huber Platenhorf, Marqués de la Espesura, y a su superior de facto, Gregor Skulling. Sólo unos pocos presentaban reticencias respecto de sus planes, lo cual era de suponer teniendo en cuenta que este era uno de los centros neurálgicos del movimiento de Skulling. Tenemos un plan de huida preparado para cuando consigamos sacar a la hija de Vitorio Smithson. Los espías del Espliego se la llevarán al punto de encuentro, donde convinimos que el Mago Azul de Lukka la teletransportaría hasta los dominios de su padre. Mientras, nosotros escaparíamos de la ciudad.

Todo esto funcionará si conseguimos entrar y salir sin dar la alarma. Pero, oh Dioses, quién sabe lo que nos podemos encontrar en esa mansión.

Diario de Karl Holzstein, Condado de Lavanda, 6/4/989 (2012)

Ha pasado mucho tiempo desde que tuve tiempo a sentarme a relatar la crónica de Las Implacables. Y sin duda han pasado también innumerables hechos dignos de mención, que separaré en capítulos para su mejor entendimiento.

El asalto a la mansión de Gregor Skulling

Sobre nuestra aventura en Anateri... por dónde empezar. Oh, sí: una vez más se confirmó la regla de que nunca nos salen las cosas como las planeamos. Entramos a la mansión de Skullig sin mayor problema, gracias al plan trazado. Había una falsa puerta en la cocina, tapiada, por la que entramos sin mayor problema. No parecía haber ningún tipo de protección mágica, y subimos sigilosamente hasta la segunda planta. Tras inutilizar a un par de guardias menores, llegamos a los aposentos de Clara Smithson, mujer del duque, y nos encontramos a cuatro guardias con un aspecto un tanto desagradable. Uno de ellos se parecía a un psíquico con piel escamada que ya habíamos derrotado anteriormente, otro tenía pinta de reptil humanoide, y ninguno tenía cara de muchos amigos. Clara estaba en la habitación rodeada de estos engendros. No lo pensamos: mientras Maira y Leire se enzarzaron en combate, yo usé telequinesis para agarrar a Clara, la cual apenas tuvo tiempo de gritar una interjección de sorpresa.

La pelea no fue digna de tal nombre. Con Clara en nuestro poder huimos por la ventana del pasillo, la cual, como era de esperar estaba conjurada. A nosotros no nos afectó, pero Clara se desmayó en mis brazos con solo cruzar el alféizar. Sólo uno de los guardias nos persiguió. Leire se restrasó para retenerlo, y llegamos al claro acordado donde nos estaba esperando el Mago Azul de Luka. Lanzó su hechizo de teletransporte y desapareció con la chica. Leire llegó al poco diciendo que había tenido una pelea muy ajustada con la criatura que nos había perseguido y que finalmente había conseguido esquivarla.

Todo parecía ir bien... hasta que el Guardían de la Ciudad de Anateri aterrizó ante nosotros, acompañado de una extraña ventisca helada que inmediatamente achacamos a su presencia. Era un tipo de piel azul que nos instó a que nos rindiéramos, lo cual, obviamente, no hicimos. Eso no evitó, no obstante, que en pocos segundos quedarámos todos inconscientes y en el suelo, y que al despertar nos encontráramos que habíamos sido encarcelados y desvalijados de todas nuestras armas. Además nos habían ajustado unos grilletes que parecían anular todos nuestros poderes sobrenaturales. Fueron unas horas de cierto desconcierto. Nos iban a someter a juicio, y si bien dudábamos seriamente de la imparcialidad de Hubert Platenhorf, consideramos durante algún tiempo acudir al mismo. Supimos que Clara Smithson estaba volviendo a Anateri, lo cual nos dejó estupefactos. ¿La habíamos rescatado, o la habíamos secuestrado, tal y como afirmaban los que nos acusaban?

Billy había sido arrestado también, pero consiguió escapar y vino a visitarnos una noche. A su estilo, no vino por la puerta. Prefirió trepar el muro y hablar con nosotros furtivamente desde la ventana. Nos informó de que Enrico había conseguido esquivar a la justicia haciéndose pasar por un aprendiz en el gremio de carniceros, y que los espías Kazama y Tsuko habían conseguido escapar. Tras hablar con un abogado de la ciudad que tuvo a bien asistirnos por un módico precio entendimos que nuestro juicio sería poco menos que un teatro. Recibimos la visita de un clérigo, quien nos confirmó que los juicios eran una excusa para que el marqués materializara sus venganzas, y que de hecho uno de sus compañeros había sido enviado a la Prisión Provincial por poner en duda la santidad del marqués. No sin antes intentar convencer al Guardián de que se uniera a nuestra causa y de asegurarnos que nuestras pertenencias estaban a salvo en una habitación cercana decidimos acabar con aquella farsa y escapar de la cárcel. Yo fui el primero en soltarme de aquellos grilletes. Si bien Billy había asegurado que podía hacerse con 'un sencillo truco de manos' nos llevó un tiempo deshacernos de ellos. Una vez estuvimos libres el resto fue fácil. Desintegrar la cerradura, dejar al guardia inconsciente, coger nuestras cosas, comprobar con esaca sorpresa que habían robado lo más valioso, subir las escaleras de la torre esquivando a los vigilantes... Billy nos había informado de la localización del alcaide, quien estábamos seguros tendría nuestras cosas. Sin demasiado problema entramos en sus aposentos y, tras amenazarlo, cogimos nuestras cosas (y alguna más que nos pareció interesante) y nos marchamos de allí.

Había un gran estruendo al sur de la ciudad. Una serie de explosiones y llamaradas nos hicieron pensar que el plan de Billy y Enrico para mantener ocupado al Guardián estaba funcionando a la perfección. Establecimos comunicación con Clara, y entonces todo cobró sentido: volvía por sus hijos, los cuales nosotros habíamos obviado estúpidamente. Ella estaba retrasándose en su viaje en la medida de lo posible, pero no estaba dispuesta a poner en peligro a los niños por mucho que odiara a Gregor Skulling. Una determinación preclara asaltó entonces a Maira: entraríamos otra vez en la mansión Skulling y nos llevaríamos a los niños. A patadas si hacía falta.

No fuimos muy discretos, la verdad, aunque lo intentamos. Nos colamos por el muro de atrás para llamar menos la atención, e intentamos acceder por una puerta de servicio que -esta vez sí- estaba claramente protegida con algún tipo de encantamiento. Maira no estaba dispuesta a perder más tiempo, así que sacó su Nodachi parlante y lo clavó en la puerta. El nodachi tembló, cantó y gimió, la puerta se estremeció, y al cabo de unos segundos la puerta estaba libre. Con bastante menos precaución que la primera vez, volvimos a subir a la segunda planta, donde nos encontramos, para nuestra sorpresa, a un muchacho escuálido de unos dieciséis años que afirmó ser el secretario de Gregor Skulling. A Maira esto le pareció harto interesante, pero teníamos poco tiempo y el chico se resistió muy bien a mis intentos para leer su mente. Únicamente conseguimos obtener información sobre la localización de los niños: uno estaba en la casa, pero el más pequeño había sido trasladado a la Prisión Provincial. Puede que nos arrepintamos de esto en un futuro, pero decidimos dejarlo marchar. En realidad lo dejamos inconsciente en el suelo, pero cuando se despertase sería libre de marcharse con un más que probable dolor de cabeza.

Entramos en la habitación donde había estado Clara, y entonces fue cuando nos fijamos: había una puerta que la primera vez obviamos, donde probablemente estaba el mayor de los hijos de Clara y Gregor. Nos deshicimos de los esbirros de Skulling, y, al entrar en la habitación contigua, pudimos observar el horror que el Duque de Valdeumbrío había hecho a su hijo. Como en su momento intentó con el hermano pequeño del Marqués del Cierzo, había sometido al crío a algún tipo de proceso nigromante. Con los ojos inyectados, se abalanzó sobre nosotros, si bien un rápido uso de mi telequinesis lo derribó, quedando inconsciente de inmediato. Cargamos con él y abandonamos la casa.

El estruendo del barrio sur continuaba, y, temiendo por la seguridad de Billy y Enrico, nos dirigimos hacia allí. Cuando llegamos el Guardián mostraba señales claras de una larga lucha con lo que parecía había sido un elemental de fuego moderadamente poderoso. Con algunas partes de lo que antes había sido una plaza aún ardiendo, nos volvió a ordenar que nos rindiéramos. Leire intentó convencerlo para que se viniera con nosotros al Condado de Lavanda, pero resultó ser un tipo extraordinariamente entregado a sus funciones. No hubo más palabras, pero sí hachas volando hacia él, siendo destruido sin casi tener tiempo de actuar. La verdad es que sentimos pena por el ser azul. En el fondo había sido noble y sincero con nosotros. No hubo mucho tiempo para lágrimas. Encontramos a Billy y a Enrico escondidos en unos barriles cercanos. Enrico había sido el que había liberado al elemental. De hecho, había estado liberando criaturas toda la semana, en un intento de despistar a la guardia de la ciudad y facilitarnos nuestra huida. Decidimos no preguntar dónde había encontrado tanto material peligroso, y salir de aquella ciudad a toda velocidad. Buscamos unos caballos, y, cuando estábamos ya en las monturas, Maira dijo que quería pasar por la mansión de Gregor Skulling una última vez antes de salir de la ciudad.

Galopábamos hacia el sur, gritando a todo el que se cruzaba con nosotros "¡ABRID PASO A LAS IMPLACABLES, PALADINES DE CAROLIEN, VERDADERA REINA DE DWÄNHOLF!", mientras en la fachada del palacio de Gregor Skulling ardía en llamas la palabra "IMPOSTOR", con un tamaño suficiente como para que se viera desde todo Anateri.

La Prisión Provincial

El hijo de Clara se despertó por el camino. Ya habíamos avisado a la madre de que no debía volver a Anateri. Ella, para disimular, se había desviado ligeramente hacia el sur, con la intención de dirigirse al Condado de Lavanda en cuanto rescatáramos a su segundo hijo. Parecía haber vuelto en sí, y encargamos a Billy y Enrico su cuidado y protección durante el viaje.

A decir verdad, la prisión parecía bien defendida. Estaba construida sobre una especie de falla profunda que tenía algún tipo de poder de atracción mágico, así como dotada de un escudo místico que me impidió entrar en ella en forma astral. No tuvimos problema sin embargo en saltar el muro y plantarnos en uno de los patios, después de dejar a los chicos a buen recaudo y ocuparnos de los guardias de la zona. Había presos que se acercaron con gran interés y, para ser sinceros, también algo de inquina. No obstante, nos informaron de cómo estaban distribuidos los presos, entendiendo entonces que estaban separados en alas según sus capacidades sobrenaturales. Conocido este dato, nos dirigimos de inmediato al pabellón de los presos de alto riesgo.

Allí nos encontramos una hermosa colección de guerreros y luchadores de notable poder. Había dos asesinas, tres soldados del Akarryu, un anciano con escasa pinta de indefenso y algo enterrado en cadenas y con la cabeza oculta bajo un saco. Tras interrogarlos brevemente, los liberamos uno a uno. Nos aseguramos de que ninguno fuera a luchar por Gregor Skulling, lo cual fue fácil en el caso de las asesinas, pues el motivo de su encarcelamiento es que habían intentado matar al Duque. El resto, incluido el Akarryu, hizo una promesa firme de no atacar al Condado de Lavanda ni a sus aliados como muestra de gratitud por su liberación. A pesar de que los sacamos de sus celdas, todos tenían una versión más sofisticada de los grilletes que nosotros mismos habíamos sufrido, y que incluían un mecanismo que, activado de forma remota, podía dejar inconsciente a aquel que intentara escapar.

Al salir al patio en busca de una solución a este problema nos encontramos con un alto inquisidor. Las acusaciones de herejía empiezan a ser rutinarias, como rutinario empieza a ser lo de matar inquisidores en combate con mi hacha. Descabezado el mando de la prisión, sometimos a los guardias y buscamos a alguien que nos pudiera abrir el módulo central, en el que no había presos e intuíamos habían encerrado al hijo pequeño de Clara. Encontramos en el pabellón de seguridad media a un cerrajero que decía estar allí por haberse colado en Gregópolis. Fue harto interesante la explicación que nos dio sobre cómo está distribuida la ciudad-campamento creada por el Duque, así como interesante fue ver cómo recurriendo a artes claramente místicas abrió el portón lleno de runas que daba acceso al edificio central. Éste era claramente más antiguo que el resto, y estaba tan repleto de runas arcanas como lo había estado la puerta de entrada, la cual se cerró tras nosotros. En seguida intuimos que nos costaría volver a salir. Un rápido vuelo en forma astral desveló un guardia enorme que se dirigía hacia nosotros. Maira y Leire no le dejaron ni siquiera oportunidad a atacar: se abalanzaron sobre el gigante y lo neutralizaron en cuestión de segundos.

Algún tipo de alarma se había activado. Avanzamos por el complejo, y llegamos a una pendiente descendente que nos llevó a una sala más extraña aún si cabe: había ocho extraños seres tumbados en sendas camillas, con unos colgantes al cuello que con toda probabilidad los mantenían inconscientes. Fui estudiando sus mentes una a una, y pronto llegamos a la conclusión de que eran especímenes de las antiguas razas de las leyendas. Al quitarles los colgantes fueron despertando. La primera fue una hembra que destacaba por su hermosura, y que luego nos pareció también era la más sabia y pacífica. Cuando estuvieron todos despiertos, nos percatamos de que había una trampilla en el suelo, debajo de la cual, para nuestra sorpresa, había un dragón, y, durmiendo en su lomo, estaba el hijo menor de Clara, así como una caverna que se perdía el la oscuridad y que esperábamos fuera una salida.

La primera criatura nos informó de que la alarma era más bien una cuenta atrás, por lo que decidimos bajar por la trampilla e intentar huir con el chico. Nuestra habilidad de volar nos permitió recoger al niño sin despertar al dragón, si bien, cuando la cuenta atrás llegó a cero, este se despertó y comenzó a perseguirnos. Cuando la batalla parecía inevitable, Maira enfundó sus espadas y gritó al dragón para que se detuviera. Incomprensiblemente, la gigantesca criatura frenó, se posó ante nosotros y, bajando su enorme cuello, miró de cerca a Maira y entabló una negociación con ella.

El resultado no pudo ser mejor. Alguien había enlazado el sueño del dragón con el del chico, lo cual no era un proceso fácilmente reversible. El dragón se comprometió a deshacer el entuerto si le garantizábamos un castillo y tierras sobre las que gobernar. Pensamos que unos cuantos acres de tierra eran un bajo precio a pagar, siendo mucho el beneficio de tener a un dragón como aliado.

Efectivamente la caverna terminaba en una salida a la falla, unos cientos de metros más allá de la edificación carcelaria. Antes de partir con nuestro séquito de niños, ayudantes, seres de tiempos inmemoriables y dragón hacia el Condado de Lavanda, Maira quiso hacer un poco de apología de la que tanto le gusta en la prisión. Prometió trabajo, justicia y libertad a los que nos quisieran acompañar al Condado. Unos cuántos se unieron. La mayoría no se fiaron. En cualquier caso, liberamos a todo el mundo, siendo conscientes de que, si bien alguno habría cometido algún crimen reprobable, muchos estarían allí simplemente por cuestiones políticas o por organizarse en contra de Gregor Skulling.

Tras construir una plataforma para transportar a la multitud que vendría con nosotros nos fuimos volando de aquel sitio. La verdad, empiezo a tener complejo de capitán de barco volante. Como siga a este paso voy a poder competir con las líneas de zeppelin del Imperio...

La llegada al Condado de Lavanda

Ojalá mis dotes de pintura me permitieran reflejar la cara que puso el conde cuando le dijimos que preparara un séquito para recibir a un dragón, que sería nuestro aliado si le cedíamos un castillo y tierras.

Han pasado cuatro días desde que llegamos al Condado, y mañana partiremos hacia Puerto Ánfora, donde la situación es crítica.


Diario de Maira Morrigan, Puerto Ánfora, 10/4/989 (01-03-2013)

Esperábamos encontrar una ciudad en llamas sometida a un asedio incansable, pero al llegar a Puerto Ánfora nos encontramos una situación extraña: un ejército de 30.000 hombres rodeaba una ciudad que había sido atacada muy duramente, manteniéndose a la espectativa. Por qué ese gran ejército no estaba a esas alturas del otro lado de las maltrechas murallas era lo único que no podía entender, pero una terrible tormenta que rodeaba la ciudad sin cubrirla en absoluto nos puso sobre la pista de que algún tipo de protección mágica mantenía al ejército enemigo a raya. Por si acaso Karl decidió reparar la muralla rápidamente.

No querría aburriros con los interminables encuentros, preparativos y negociaciones que nos mantuvieron ocupadas los días siguientes, pero tengo que exponerlos al menos esquemáticamente: en primer lugar Barion Montego nos informó de que habían sufrido un fuerte asedio en los primeros días, y que la ciudad parecía perdida cuando la muralla cayó. En ese momento, un sector disidente del Gremio de la paloma decidió invocar a Ahogramar, un antiguo, maléfico y descomunal ser mitológico con forma de serpiente marina, que por alguna razón mantenía a raya al ejército de Valdeumbrío y a su flota, fondeada en los alrededores. Montego también nos informó del estado de las fuerzas defensoras de Puerto Ánfora, poco más que un puñado de aventureros y hechiceros de nivel intermedio.

Pero lo más interesante fue saber que las fuerzas de Valdeumbrío estaban comandadas por Braxtor y contenían seis contingentes extranjeros que en total sumaban casi 10.000 hombres. Esto llamó poderosamente nuestra atención, así que decidimos parlamentar con el general del ejército y todos los comandantes extranjeros.

El parlamento empezó bien, junto a Braxtor y demostrando que Gaia es un pañuelo estaban un compatriota y ex-compañero de Leire y una serie de caballeros de Skulling, y todos estábamos muy relajados. Pero cuando empezé a comentar el hecho de que había visto morir a Braxtor varias veces, y que era poco más que un títere sobrenatural de Gregorio, el shivatense, de nombre Han Wen, empezó a mostrarse muuy escamado; y cuando utilizé mis recientemente adquiridos dones luminosos para obligar a Braxtor a mostrar sus verdaderos colores, Han Wen simplente le dejó inconsciente de un golpe y tomó el mando del parlamento al ser el oficial de mayor rango allí presente.

Tuvimos ocasión de poner a Han Wen al corriente de todas nuestras andanzas y nuestro conocimiento de la situación. Aseguró que tanto él como todos los demás comandantes extranjeros estaban presentes como observadores internacionales y que consideraban el ataque legítimo o al menos legal porque Puerto Ánfora había roto pactos comerciales con el ducado de Valdeumbrío, gran aliado de todos ellos.

La situación era cada vez más desconcertante: en lugar de la batalla que esperaba nos encontramos envueltos en una serie de recepciones diplómaticas con ágapes exóticos y bailes de salón a medida que, por separado nos íbamos encontrando con las distintas delegaciones extranjeras, encuentros de los que realmente no obtuvimos grandes resultados.

La delegación de Argos me confirmó la versión oficial de que estaban como observadores en el contexto de una misión de paz, y que les unían lazos con Gregorio pero que no consideraban estar inmiscuyéndose en asuntos políticos puesto que no reconocían una oposición organizada contra él. Este planteamiento, junto con mi advertencia de que el ejército de Valdeumbrío iba a ser destruído en los próximos días, se repitieron en todos los encuentros. Consideré adecuado añadir que Skulling no era el hombre virtuoso que ellos creían, básicamente por su amor a la magia negra.

Karl decidió visitar a los hombres de Kushistán, comandados por un hombre de avanzada edad y gran confianza en sí mismo que no se mostró especialmente educado, pero que osbsequió a su interlocutor con una serie de verdades dolorosas de esas que no siempre se tiene ocasión de escuchar. En resumen, consideraba poco práctico apoyar a cualquiera que no fuera Gregorio, puesto que él era claramente el caballo ganador en la carrera por el trono, y esperaban establecer relaciones comerciales con un Dwanholf unificado bajo su mando.

Enrico se reunió con los hombres de Remo, poco más que mercenarios hambrientos que habían sido capaces de desplazarse hasta Dwanholf con tal de cobrar unas monedas. Billy conoció a los hombres de Hendel, que habían recibido una invitación de Valdeumbrío para "estabilizar" la zona.

La reunión de Leire con la delegación Estigia fue de lejos la más interesante. El viril comandante sureño anunció que pretendían establecer un próspero comercio de esclavos con Skulling en el futuro, y quedó impresionado con nuestra tecnicista hasta el punto de que le obsequió con un anillo de comunicación y un gato, recibiendo a cambio un colgante que considerábamos insignificante - pero que resultó ser una reliquia familiar perdida - y una invitación para acudir al Condado de Lavanda que se tomó muy en serio.

Entretanto la delegación shivatense había abandonado el ejército situándose a una distancia prudencial, debido a la falta de entendimiento entre Han Wen y el nuevo general, un hechicero con una máscara similar a la de Maevolt y nombre ininteligible. Intentamos parlamentar con él - infructuosamente porque era un imbécil integral - y obtuve la impresión de que pensaba que Ahogramar acabaría con la ciudad. Nos retiramos a la ciudad y organizamos a los hechiceros en un grupo de trabajo para saber más al respecto.

Pensando que la presencia de tantos soldados extranjeros alertaría a las autoridades de Enkido, mandamos a Karl hacia allí para pedir su ayuda. Por el camino presenció una curiosa pelea entre inquisidores y templarios acerca de quienes eran los indicados para ocuparse de la serpiente, aunque ninguno de los dos grupos parecía preparado para acometer tal tarea.

La actitud del responsable de la guarnición de Enkido nos cayó como un jarro de agua fría. Tras interminables y ambiguas conversaciones, el oficial sostuvo que la presencia de tropas extranjeras no suponía una injerencia externa puesto que estaban al servicio de un señor local. De nada sirvieron los argumentos de Karl, pues aquel hombre era un burócrata con miedo a tomar decisiones. Lo único que podíamos hacer, dijo, era solicitar el amparo de su majestad imperial tras constatar la existencia de un conflicto que amenazara al pueblo de Dwanholf. La comandante Ashari prefirió acompañarnos en nuestra lucha antes que permanecer al mando de aquel hombre.

Sin ayuda de nadie, no podíamos afrontar el combate contra el ejército enemigo. Decidimos ponernos en contacto con todos nuestros aliados para que solicitaran el arbitraje del imperio y mandaran refuerzos lo antes posible. Los señoríos del Espliego, Lavanda, Pragna y el Cierzo, así como las ciudades de Puerto Rue y Pragna (no, no es una repetición) se comprometieron a mandar hombres. Enrico nos abandonó para llevar el documento que todos habrían de firmar.

Pero, contemplando la posibilidad de que todos estos arreglos no fueran suficientes, decidimos acudir a nuestra última y desesperada oportunidad: Ahogramar.

A estas alturas era bastante lo que sabíamos de ella: otrora exclavizadora de todo el norte de Gaia, la criatura fue derrotada y separada en distintas partes para que no puediese volver a ejercer su enorme poder. Tras su reciente despertar, sólo necesitaba tiempo para recuperar sus partes perdidas, especialmente su corazón, y volver a su antiguo reinado del terror. Ahogramar controlaba los elementos, en especial el agua, y gustaba de ofrecer pactos a los mortales de los que más tarde se arrepentirían. Pero, y esto es interesante, debido a antiguos pactos Ahogramar no atacaba a enviados de las Beril.

Así que, en nuestra desesperación, Karl y yo acudimos a parlamentar con ella. Intentamos convencerla de que el ejército que asediaba la ciudad buscaba su destrucción, aprovechando su actual estado de debilidad. Ahogramar nos creyó y se ofreció a destruir al ejército sin pedir nada a cambio. Enviamos cartas a todos los contingentes extranjeros para que abandonaran el asedio antes del alba, y los estigios junto con algunos naturales de Remo y Hendel se retiraron al condado de Lavanda.

Al alba, una serie de tsunamis barrieron al ejército de Skulling y a todos los extranjeros que decidieron permanecer junto a él. La ciudad sufrió daños relativamente leves gracias a la protección de Ahogramar. Rescatamos a todos los supervivientes posibles y regresamos para ayudar en lo posible en la ciudad.

El colosal ejército que fue enviado al norte había sido destruído en unos minutos. Pero ningún alivio acudió a nuestros corazones porque habíamos visto en acción a una amenaza mucho mayor. Si no actuamos, en menos de una semana Ahogramar recuperará su corazón y nadie podrá salvar a Dwanholf.

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